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Una Campanilla llamada Ale

El dominó

El dominó

Hubo un tiempo (no hace mucho) en que los hijos trataban con respeto a los padres, incluso el tratamiento era de usted. Hoy los tiempos han cambiado tanto que en mi caso, a veces, soy yo el que trato de usted a mi adulta de casi cuatro años. No sé, me hace gracia, ¡me resulta tan divertido hacerme yo el pequeño y hacerla mayor a ella!.
Lo cierto es que te pasas nueve meses de tu vida queriendo salir y el resto queriendo volver a entrar, al menos y desde hace algunos años ese es mi caso. Pero bueno, a lo que íbamos, tratas al llaverín como si fuese una mujer hecha y derecha y claro, luego no te puedes quejar con lo que se oye.

Ale tiene, desde hace unos meses, un dominó de animales de madera. Es muy buena, siempre me gana –pssst aquí, entre nosotros, yo creo que me un poco de trampa-, el caso es que ella acaba sus fichas antes que yo y el otro día, cuando ponió su última pieza, el cerdito/pato, lo hizo exclamando: ¡Ay Paquito, Paquito!.

¿Se imaginan la cara de seis doble que me quedó?.

E.T. El extraterrestre

E.T. El extraterrestre

Una nave extraterrestre abandona precipitadamente un bosque californiano, pero uno de los extraños seres que llegaron a ella se queda por error en la Tierra, en un medio que no es el suyo y lejos de su hogar. Tras vagar por el bosque llega a una granja, donde vive una joven madre con sus hijos.
El desvalido alienígena establece un estrecho vínculo con Elliot, un chico solitario y con dificultades para hacer amigos a causa de la ruptura matrimonial de sus padres, al que comunica sus deseos de volver a su planeta. Elliot y sus amigos le ayudan a escapar de unos insensibles científicos.

Moscovitas

Moscovitas

Galletas, galletas, quiero galletas. Adoro las galletas, me gustan las galletas, galletas, galletas, ñam, ñam, qué ricas las galletas. Galletas, galletas, Ale es una galleta, la vida es una galleta. Galletas, galletas, adoro las galletas. Quiero galletas, ñam, ñam, me gustan las galletas, galletas, galletas.

Tu mundo de juguete

Tu mundo de juguete

Cuando te trajeron el viernes los abuelos yo ya te estaba esperando en casa con el libro que te había cogido en la biblioteca el día anterior: Toy Story. Sabía que te gustaría porque un día me dijiste por teléfono que tenía que compate a Bus.

-¿A Bush?, ¿a George Bush hija? –te pregunté.
-No papá, al que vuela, el que dice: “hasta el infinito y más allá”.
-¡Ah! a Buzz, a Buzz Lightyear.

Tú ya tenías a Woody, un Woody de trapo que yo te había comprado cuando eras bebé. Cuando tú dormías yo ponía al vaquero en el Fuerte que era tu cunita, para que te protegiese de los pieles rojas de la noche. Alguna mañana amaneciste abrazada a él y cuando yo, celoso, quería apartarlo de ti, llorabas, era tu forma de reñirme. Mamá siempre dijo que yo me parecía a él, ¿tú que crees?, pero a mí -como a ti- siempre me gustó más Buzz, porque venía del espacio, porque podía volar, y porque detrás de su grito de guerra: hasta el infinito y más allá había un idealista, un aventurero que soñaba con un mundo más justo, aunque fuese de juguete, en los tiempos que corren, un perdedor.

Respiras y yo. Kesya

Respiras y yo. Kesya

Contracciones de amor
Van y vienen de ti
Por dentro por fuera
De repente
Los latidos se aceleran

Empiezo a sentir
Que es algo especial
La bolsa parece papel celofán
Se rompe a la vez
Que veo escapar
El mar que en tu vientre
Me hacía flotar

No sé si será esta vez
La última o la primera
Sólo sé
Que hay olor a primavera

Me acerco a la luz
Me alejo de ti
Te cambio por eso que llaman vivir
Me acerco a la luz
Tú abres la salida
Que me lleva a eso
A lo que llaman vida

Una luz al final
Donde voy a pasar
Hay ruido allí fuera
Por momentos
Se te ensanchan las caderas

Respiras y yo
Respiro por ti
Empujas no sé si deseo salir
Me noto rodada
Despacio hasta el fin
Más cerca, más ruido
Más lejos de ti

No sé si me voy de ti
O eres tú quien me deja
Tú nerviosa y frágil
Yo desnuda y dando vueltas

Me acerco a la luz
Me alejo de ti
Te cambio por eso que llaman vivir
Me acerco a la luz
Tú abres la salida
Que me lleva a eso
A lo que llaman vida

Después de salir
Me dejan sobre ti
Me hacen llorar
Te veo sonreir
Yo sé que esto es algo que nunca
Nunca jamás
Nunca jamás volveré a repetir

Me acerco a la luz
Me alejo de ti
Te cambio por eso que llaman vivir
Me acerco a la luz
Tú abres la salida
Que me lleva a eso
A lo que llaman vida

Barbie y Ken se separan

Barbie y Ken se separan

Barbie se ha colocado un bikini muy juvenil y un moreno californiano para 'anunciar' el fin de su relación con Ken, su novio de los últimos 43 años. La juguetera Mattel ha preparado toda una rueda de prensa para confirmar el fin de su historia, sólo dos días antes de San Valentín. Ya nada podrá ser igual.
Un día casi lo entiendo todo.

A ras!

A ras!

Reconozco que, en ocasiones, soy yo mismo el que se mete en camisas de once varas pero sin darme cuenta, y es que con los niños uno nunca sabe a qué atenerse aunque, por lo que parece, los que sí saben a qué te tienes que atener (y no se les olvida una) son ellos. Uno dice y hace las cosas sin darle –en ocasiones (craso error)- la mayor importancia y descubre, días después, que enfrente tiene a las más dura de las acreedoras, de poco más de tres años, vestida de negro, con frac y sombrero de copa, reclamándote una deuda que tú no recordabas y unos intereses que no puedes pagar. Les cuento un caso.

Tengo en mi coche una de esas cintas con canciones de los payasos de la tele, ya saben: La gallina turuleta, Como me pica la nariz, Susanita tiene un ratón, ... pero a Ale la que más le gusta es la de: “En el auto de papá / nos iremos a pasear…”. Y claro, sólo a mí se me ocurre, un día, hacer con ella en el coche las mismas cosas que iba diciendo la canción, ¿recuerdan?: curvas, baches, aceleraciones, semáforos en rojo, semáforos en verde… a la vez que iba tocando el claxon cuando Miliki dice aquello de: pi, pi, pi.
Bueno, un día es un día –pensé el día que se me ocurrió hacerlo, si uno va por una carretera nacional sin nada de tráfico pues es divertido. El problema surge cuando tú te has olvidado de todo el show y un día vas por la ciudad en el coche, tranquilamente, escuchando las canciones de la cinta y entonces empieza la canción que tú no recordabas que tenía más coreografía que el aserejé. Sayonara baby!, ya tienes montado el lío, tío. La pequeña Moya empieza a gritarme: ¡¡Hácelo papá, hácelo!!!.
Y claro no vale que te hagas el tonto -ó el listo, según como se mire- y digas: ¿el qué?.

Tu única salida es acabar un rallye que no recuerdas haber empezado. Pues nada, "pisa fondo, curva a derecha larga y a ras!".

HAY DIEZ JUSTOS EN SODOMA

HAY DIEZ JUSTOS EN SODOMA

Acostumbrado como está uno a que lo obliguen a vivir entre los parches de un día para otro, a que todo cristo se vuelque en lo provisional y luego salga el sol por Antequera, a la subvención oficial de rentabilidad inmediata, a la cultura diseñada por el cuñado del alcalde, al político a quien lo que le importa es la puta foto de prensa o el telediario del día siguiente, a los golfos, a los sinvergüenzas, a los meapilas de sacristía, a los fanáticos, a los analfabetos con escaño y coche oficial, a la estúpida arrogancia de los que mandan y al rencor cainita, demoledor, de los que están dispuestos a dejarse sacar un ojo si al adversario le arrancan dos, o sea, acostumbrado a España, resumido todo en una breve y triste palabra, uno se dice a veces: anda y que nos den por saco. Que abran este puñetero melón con sabor a pepino, que se nos indigeste el café colectivo, que tensen la cuerda y la partan, que sacudan el árbol y que nos vayamos, de una vez -o una vez más- todos al carajo. Que llueva candela sobre Sodoma, y todos a mamarla a Parla. Verbigracia.

El caso, digo, es que uno -yo mismo, sin ir más lejos- piensa eso a veces, los días en que se levanta turbio. Lo que pasa es que luego coge el coche y se va, no sé, a Vitoria, por ejemplo. Y se baja allí, en una catedral gótica, la de Santa María, que empezó a construirse en el siglo XIII, en esta España que ahora algunos han descubierto -tiene huevos- que nunca existió. Y camina por el lugar, que está siendo restaurado en el marco de uno de los proyectos de rehabilitación más importantes y punteros de la Europa del siglo XXI, y en el que toda la ciudad se ha volcado con entusiasmo. Y entonces uno mira alrededor y se dice: bueno, chaval. A lo mejor se te ha ido un poco la olla, y lo de que llueva chicharrón del cielo, o de donde llueva, es pasarse varios pueblos; y lo mismo, oyes, hay diez justos en Sodoma, por lo menos, y otros tantos en Gomorra, o donde sea, y al final va a resultar que hay gente que merece salvarse en todas partes, dignos ciudadanos, buenos vasallos en demanda de buenos señores; y cuando se les da la oportunidad, y se explican las cosas, y en vez de subvencionar un libro lujosísimo con los cien poetas de Villaconejos del Canto imprescindibles para la cultura occidental, o pagarle tropecientos kilos a Madonna por cantar en la entrañable fiesta del tomatazo de Tomillar del Cenutrio -calificada de interés turístico, ojo-, se invierte la pasta en memoria, y en educación, y en cultura de verdad en el más generoso pero exacto sentido de la palabra, entonces esa buena gente reacciona, responde, se compromete y se vuelve solidaria y maravillosa, devolviendo el sentido a palabras cuyo noble significado hemos pervertido tanto en los últimos tiempos: paisanos, vecinos, conciudadanos. Compatriotas.

Dense una vuelta por Vitoria -Gasteiz si prefieren el viejo y nobilísimo nombre vasco- si necesitan reconciliarse con este país nuestro, con esta España de tanto cuento y tanta mierda. Verán cómo un proyecto de restauración de una catedral y su entorno puede convertirse, con talento y buena voluntad, en una lección viva de historia; en una visita guiada hacia atrás, recorriendo los diferentes estratos de lo que fuimos, para comprender mejor lo que somos y lo que, si nos dejan, tal vez lleguemos a ser. Para entender, con la lección objetiva de las viejas piedras, que en este antiquísimo lugar nuestro, plaza pública en la que confluyeron tantas razas, tantas lenguas, tantas culturas, tantas gentes que a veces se mataron entre sí y a veces se unieron para matar a otros, sufriendo bajo los mismos reyes incapaces, los mismos frailes fa-, náticos, los mismos ministros y funcionarios chupasangres, recuperar la memoria es conservar el cemento, la argamasa, que une entre sí piedras que, sin ella, no serían más que escombros dispersos, insolidarios, de un pasado muerto del que sólo quedaría el eco de los agravios. Por eso, cuando caminas entre los andamios y los cimientos desnudos y las antiguas tumbas abiertas en el subsuelo de la catedral de Vitoria, por el itinerario tan sabiamente dispuesto por los arquitectos y arqueólogos responsables de ese proyecto extraordinario, experimentas un estremecimiento de solidaridad y orgullo, porque paseas por tu propia memoria. Sintiéndote una piedra más, imprescindible como las otras, en esa vieja y cuarteada catedral, llamada -de algún modo tenemos que llamarla- España.

El Semanal 15 de febrero

Esencia de mujer

Esencia de mujer

Al Pacino obtuvo su primer Oscar al Mejor Actor por su brillante recreación de un autoritario teniente coronel ciego jubilado que contrataba a una joven para que le asista. Desgarradora y reconfortante, la película narra la atracción de los polos opuestos cuando los protagonistas emprenden un desenfrenado viaje de fin de semana que cambiará su vida para siempre.

LA FOTO DE LA ZORRIMODEL

LA FOTO DE LA ZORRIMODEL

Nos va la marcha, rediós. Nos gusta, o sea. Nos pone. De lo contrario no estaría circulando ni la décima parte de la bazofia de la que luego nos quejamos. Bazofia gorda y lustrosa, cebada con nuestra propia estupidez. La mayor parte de los estafadores que conozco -y conozco a unos cuantos- basan su negocio en la vanidad, en la lujuria, en la ambición, en la gilipollez de la víctima. En su complicidad técnica, por decirlo de otro modo. Mi compadre Ángel Ejarque, sin ir más lejos, ahora jubilado de la calle, pero que en su momento fue el rey del trile, capaz de hacer palmar a un guiri dos mil dólares en diez minutos en plena Gran Vía, me lo dice siempre: «Las ratoneras funcionan, colega, porque al ratón le gusta el queso».

Pensaba en eso el otro día, mirando una foto de una revista donde aparecía, muy suelta y en un pase de modelos, una guarra profesional, de ésas cuya bisectriz del ángulo principal -expresado con delicadeza geométrica- es de dominio público. Dicho de otra manera: una de esas lumis que antes se ganaban la vida apoyadas en el quicio de la mancebía, hablándoles a os marineros de tú, y ahora han cambiado la tradicional esquina por el plató de Salsa de Tomate Marciano, o como carajo se llame, y en vez de cobrar cinco mil y la cama aparte, como antes, se calzan a un futbolista, a un torero, a un ex guardia civil reciclado a vivir del morro propio o del de su señora, y luego cobran una pasta horrorosa por glosar en público las peripecias de su baqueteado chichi. Resumiendo: putas de moderno nivel, Maribel.

Total. Que en la foto salía la pájara en cuestión desfilando por una pasarela en plan topmodel que te cagas, oye, tía, con ese garbo y esa gracia natural que tienen nuestras pedorras autóctonas, pisando fuerte y segura de sí, con un modelo de Faemino y Cansado, me parece que era, o de Américo y Vespucci, o algo por el estilo -uno de esos modistos italianos, creo, que luego resultan que son dos y de Palencia-. El caso es que, en la foto, la topmodel de las narices estaba puesta tal que así, vamos, con los flashes de los fotógrafos y tal; y alrededor de ella, mirándola embobado, el público. Y a eso voy. Porque era un público femenino, no en plan pijolandio sino compuesto por señoras de cierta edad, vamos, presuntas respetables manijas y algunas marilolis ajenas al ambiente tope fashion; sin duda un viaje en autobús a la capital o algo así, por la tarde a Torrespaña a hacer de público, por la noche pase de modelos cure. Supongo. El caso es que allí estaban en la foto, todas esas pavas a dos palmos de la zorrimodel; y lo que me puso la piel de gallina fueron sus expresiones: sus caras irradiando envidia, admiración, felicidad. Se lo juro a ustedes por mis muertos: parecían mi madre en Semana Santa, viendo pasar el trono de la Virgen. Aquellas respetables matronas y sus hijas ejemplares, actuales y futuros pilares de la sociedad española, con sus permanentes de peluquería de toda la vida y su honesta ropa comprada en los almacenes Tal, miraban a la chocholoco de la pasarela transfiguradas de gozo y ternura, como si ésta encarnara -y me juego lo que se tercie a que así era- sus sueños más recónditos y húmedos. Sus ambiciones. Caminar con tacón alto por una pasarela, ser objeto de flashes, salir en la tele. Ser portada del Pronto y del Qué me Dices y qué me Cuentas. Guau. En una palabra: triunfar.

Y es que ahí está el punto, supongo. En esas caras significativas de la foto. En esos culos hechos agua de limón. Porque tiene delito. Nos pasamos la vida protestando en la plaza, en la peluquería, sobre hay que ver esto y lo otro, vecina. Adónde vamos a parar. Y luego nos pegamos a la tele como lapas, cloqueando cual gallinas en celo, babeando de gusto cuando vemos en carne mortal a una zorra de papel caché, ay, bonita, cómo te admiro, un beso, muá, muá, un autógrafo, deja que nos hagamos una foto contigo. Las tordas de la foto son las mismas madres que luego disfrazan a sus niños de Rickismartin y de Madonnitas repelentes y los mandan a los concursos de la tele, a que canten, a que bailen, a que consigan los catres aplausos y la fama que, en el fondo, siempre anhelaron ellas. Esas marujas en éxtasis, admirando aleladas a una vulgar pedorra, son un símbolo perfecto de lo que tenemos y de lo que merecemos tener. Por casposos. Por imbéciles.

El Semanal 1 de febrero

Compuesto y sin novia

Compuesto y sin novia

Ayer cogí el tren como todas las semanas e hice los 50 km que nos separan para poder estar contigo poco más de una hora que a mí Ale, me sabe a días. 50 km que parecen un oceáno. No sé, vivir tan cerca del mar, viéndolo y oliéndolo todos los días crea en mí la ilusión de que mi casa es un barco y que me paso largas temporadas en alta mar, en algunas ocasiones escribiéndote, en otras -las más- pensándote e imaginándote, hasta que se me acaban las provisiones de cariño que tú me das cada vez que estoy contigo, entonces regreso, como siempre sin pescado, y si me dejan, voy a verte.

Venías guapísima, despeinada, con una melena que en ocasiones te cubría la cara porque el viento podía más que tus dos prendedores. Traías las manos y la cara de haber aprendido muchas cosas ese día en el colegio y para nada me importó que me abrazaras y me dieras un beso. Aunque no sepa por qué tu suciedad limpia mi medio corazón. A mí, para gran disgusto de mi lavadora, me encanta mancharme contigo. Nunca entendí esa expresión: "niño no hagas eso que te vas a manchar". Tenías puesto un corazón de cartulina colgado de tu cuello que habías pintado en el colegio, alguien había escrito “Para Adrián de Alejandra”.

-¿Por qué llevas ese corazón colgado Ale? -te pregunté
-Porque el sábado es el día de los amorados papá.
-¿Y quién es Adrián?.
-Un niño de mi cole, es mi novio.
-¿Otro?, debería ver más los programas del corazón -me dije, ¿pero tu novio no era Lucas?.
-Sí también.
-¿Y yo?, ¿no eras tú mi novia? –te pregunté preocupado.
-Sí pero puedo tener muchos novios papá
-¿Ah sí?, ¿y estás segura de que eso es legal?.

Pero creo que esa pregunta ó no la escuchaste ó no la entendiste, tampoco le debiste de dar mucha importancia a nuestra conversación porque me pediste que te comprase gusanitos.
Para que luego digan que en España la enseñanza no está fatal.

Novios y novias

Novios y novias

Creo haber contado ya que Ale ha tenido un par de novios sin tener, ya saben, a la edad de tres años uno le dice a una niña si quiere ser su novia ella dice sí y ya está, no hay más complicaciones y no entiendo por qué, cuando se crece, tiene que haberlas.
No sé si también conté que hace meses, un día, iba por la calle con la pequeña novia y al pasar por delante de un kiosko Ale, señalando a un periódico me dijo: ¡mira papá!, Beckham, el novio de mamá.

El caso es que hace un par de fines de semanas, cuando estábamos viendo la película Todos los perros van al cielo 2 (de la que hablaba ayer) al final, los dos perrinos se dan un beso en el hocico, entonces yo le pregunté a Ale:
-.¿Qué hacen Ale?.
-.Se dan un beso papá -me dice ella lo más natural del mundo.
-.¿Por qué? -insisto yo.
-.Porque son novios.
-.¿Y quién es mi novia Ale? -le pregunto con el casco, la armadura y el escudo ya preparados para la respuesta.

Y ella me dice el nombre de la novia de un amigo mío con la que me ha visto -logicamente- muchas veces. Después de decirle que no, que ella no es mi novia porque es la novia de mi amigo Ale me da el nombre de la madre de un amigo como segunda alternativa. Y yo vuelvo a decirle que no, que ella es la madre de mi amigo.

-.¿Sabes quién es mi novia Ale? -vuelvo a preguntarle.
-.¿Quién papá? -me pregunta ella entonces muy curiosa.
-.Tú mi amor, tú eres mi novia. Sólo que tú eres la novia que nunca tuve.



La novia que nunca tuve. Pablo Milanés

La gloria como una nube
desaparece si miras otra vez
la fama va envileciendo
ese pedazo intacto que queda de ti
y ni siquiera el poder será
capaz de neutralizar
lo que se puede encontrar
bajo una risa feliz
y un sentimiento espiritual
que te aguardan para hacerte
bueno hasta el final.

Las cosas que nunca tuve
son tan sencillas
como irlas a buscar.

Tuve un árbol pero se secó
tuve un niño y entre mis manos creció
tuve un libro pero envejeció
el tiempo se llevó
toda la inocencia que al nacer les dio.

Las cosas que nunca tuve
son tan sencillas
como irlas a buscar.

Por eso cuando te miro
ya sin ninguna duda
creo adivinar
que estoy a un paso de la verdad
cuando presiento que sé
lo que se puede encontrar
bajo esa risa feliz y un sentimiento espiritual
que me aguardan para hacerme bueno hasta el final.

La novia que nunca tuve,
el primer amor
que siempre soñé.

Ale quiere ir al cielo

Ale quiere ir al cielo

Hay una oración infantil que a mí me enseñó mi abuela y que yo le he enseñado a Ale. Una oración que se reza por la noche junto al niña/o ya metidito en la cama, no sé si la conocen: "Jesusito de mi vida eres niño como yo por eso te quiero tanto y te doy mi corazón, tómalo, tuyo es mío no".
Ale y yo la rezamos cada noche que dormimos juntos, a ella la tranquiliza saber que el tal Jesusito viene a dormir con nosotros (también viene el ángel de la guarda pero eso, si les parece, por no hacer muy largo este post se lo cuento otro día) y se acuesta en su corazón.
Me costó hacerla entender (creo que fue en balde) que aunque ella es una niña, la oración es: "eres niño como yo". ¿Po qué si yo soy una niña? -me dijo.
Aún es el día de hoy que cuando lo rezamos yo digo "eres niño como yo" ella dice "eres niña como yo" pero en fin, es una mujer y además tauro, así que yo ya me voy preparando y como le digo a mis amigos, si además el día de mañana usa una 95-100 de copa alta, que se preparen los Romeos.

Hay una película que se titula: "Todos los perros van al cielo", película que -por supuesto- Ale ha visto, como siempre, 1.311 veces. Pues bien, el otro día, al final, va el angelito y me suelta (se lo juro): "Teno que hablar un día con Jesusito para que me lleve al cielo para ver a los perrinos".

La poetisa

La poetisa

Quizás un día Ale componga y mejor aún, quizás un día se atreva a hacer de su vida poesía pero de momento la pequeña Gloria Fuertes recita pequeños poemas que le enseñan en su cole.
El otro día me regaló esta poesía, para que te pongas bueno papá -me dijo:

Sopla que te sopla,
llueva que te llueva
montado en el viento
el invierno viene ya.


Viéndola actuar, ¿quién quiere que venga la primavera?. "Poesía eres tú", cariño.

Pájaros de barro. Manolo García

Pájaros de barro. Manolo García

Por si el tiempo me arrastra a playas desiertas,
hoy cierro yo el libro de las horas muertas.
Hago pájaros de barro,
Hago pájaros de barro y los echo a volar.

Por si el tiempo me arrastra a playas desiertas,
Hoy rechazo la bajeza del abandono y la pena.
Ni una página en blanco más,
Siento el asombro de un transeúnte solitario.

En los mapas me pierdo por sus hojas navego.
Ahora sopla el viento,
Cuando el mar quedó lejos hace tiempo.

Ya no subo la cuesta que me lleva a tu casa.
Ya no duerme mi perro junto a tu candela.
En los vértices del tiempo anidan los sentimientos,
Hoy son pájaros de barro que quieren volar.

En los valles me pierdo, en las carreteras duermo.
Ahora sopla en viento,
Cuando el mar quedó lejos hace tiempo.

Cuando no tengo barca, remos ni guitarra,
Cuando ya no canta el ruiseñor de la mañana.

Ahora sopla en viento,
Cuando el mar quedó lejos hace tiempo.
En los valles me pierdo, en las carreteras duermo.

Ajuste de cuentas

Ajuste de cuentas

Ahí lo tienes, te lo prometí. Salí del hospital y no me gustaba la idea de seguir teniendo contigo cuentas pendientes, no fuese a ser que la próxima vez...

Viajes con mi padre. Luisa Castro
Una mujer que ya ha cumplido los treinta y ha vivido en la gran ciudad regresa a su pueblo natal, donde recupera el recuerdo del primer viaje que realizó junto a su padre, un marinero con un don especial para contar historias. Aquel primer viaje se transforma en un recorrido, por los personajes que poblaron la infancia y la adolescencia de la protagonista.

El cuadro es un Sorolla Niñas en el mar (gracias Gemma). Ella, la protagonista, es una mujer recién separada y su padre, el marinero contador de historias, se llamaba Paco: ¿te recuerda a algo o a alguien?. En la historia, su historia, aunque ambientada en Galicia, aparecían nombres conocidos: Gijón, Oviedo. Descubrí el libro casualmente, como suele llegar todo lo importante en la vida, en el Dindurra, en una entrevista que le hacían a Luisa Castro en el dominical de El Pais (aún la conservo), ¿de verdad crees que seguía necesitando algún pretexto más para comprar el libro?.

Lo compré y lo leí en un par de tardes, luego tuve la oportunidad de hablar con Luisa Castro en un acto en Oviedo pero no me atreví, incluso llegué a escribirle una carta que nunca le envié a pesar de que mi amiga Mage, a través de su editorial me había conseguido su dirección. Debe ser que me hago mayor ¿sabes?, quizás para alcanzarte. En otro tiempo no habría ni molinos ni gigantes suficientes para batirme por amor pero ya no me quedan pétalos ni siquiera para la duda.

El libro no me gustó, incluso me defraudó, pero aquí te dejo el párrafo que lo salva, motivo de la afrenta que tú me reclamas, la deuda -al menos por mi parte- ya no existe:

"...sólo lo que no sucede no deja de suceder. Sólo lo que no comienza no llega jamás a término. Todas las cosas importantes acaban recalando tarde o temprano. No había que ir tras ellas, ni evitar que se fueran, ése era el secreto de que pudieran volver...,”.

En cambio tú, me regalas ese libro de hojas perennes que sabes que me gusta para matarme un poquito más. Me regalas un blog en blanco y negro porque tú -me dices, no puedes regalarte. Un librito inyectable, que sabías que un día abriría -aunque te dijese que no, ¿y con qué me encuentro?: con ese grandisimo hijo de puta pintor de poesías, escritor de cuadros imposibles, marinero de grandes otoños diciéndome que "no olvida el que finge olvido sino el que puede olvidar", y que "el olvido tiene memoria". ¿El olvido tiene memoria?, ¿por qué nadie me enseñó eso?, ¿por qué nadie me dijo antes que no voy a poder olvidar, aunque finja?. ¿Y ahora qué?, dímelo tú, ¿cómo me tomo el resto de mi vida?.

Te envío en un sobre mi sonrisa rota, va sin remite pero en cuanto la abrás sabrás de quién es.

El Blog nunca es suficiente

El Blog nunca es suficiente

Admito que esta vez estuvo cerca. Exceso de confianza tal vez, imperdonable para un agente como yo.

Todo empezó la semana pasada, de vuelta de mi misión en Irak (yo también confirmo que nunca existió ningún arsenal de armas químicas, lo siento Aznar). Encendí el PC, entré en mi cuenta de mi correo y allí estaba el suyo, firmado en clave como siempre: ApUno ApDos.
Lo imprimí, ni rastro de antrax, el gachetodetector químico de mi uña anular me devolvió el mensaje: clean it!, clean it!. No había peligro, ¿cómo iba a suponer que por primera vez un virus (que no detectó mi antivirus) pasaría de lo virtual a lo real?. El servicio británico continúa investigando la tecnología empleada, al tiempo que me han sustituido mi uña por una de porcelana de esas que utilizan las novias el día de los difuntos para todo novio. Powers, es maligno!.

Ayer me dieron el alta en el hospital, las enfermeras tan amables con James como siempre. El lunes espero volver a la (a)normalidad de mi vida y continuar con mi misión.

James
xxxoooxxx

La soldado Alejandra

La soldado Alejandra

Me encanta que mi hija me gobierne y me dé órdenes, no lo puedo evitar, me hace mucha gracia. En ocasiones la provoco y me hago el tonto para que ella se haga la mayor y me riña y se esfuerce en explicarme lo que hago mal. Luego llega a casa de mis padres y les cuenta lo que hemos hecho, lo mayor que es y cómo ha solucionado sus problemas y los de su papá.

Les cuento una pequeña historia. Vamos al parque y allí me convence para que le compre una bolsa de palomitas: la grande, ¿eh? –me dice ladeando su cabecita hacia la derecha y cuando yo le pido que me dé entonces me dice: papá, tenes que pedímelo po favó y decir gracias, entonces yo te doy y claro yo pongo cara de sorprendido mientras me muero de la risa por dentro y me inflo más que el propio maíz.

Lo que ya no me hace mucha gracia es cuando le pido unas pocas más de palomitas (con el po favó ya incluido) y la loca bajita me suelta: no puedo date más poque luego me riñe tu mama poque luego no comes. ¿Qué les parece?, cuando la realidad es que ella se come todas las palomitas, llega a casa no come y a quien riñen es a mí.

Moraleja: De todas todas y pase lo que pase a mí siempre me van a reñir.

La casa de papá

La casa de papá

A veces yo mismo me meto en laberintos de los que no sé si voy a ser capaz de salir.
Todo empezó con el cuento: Mi vida con la ola de Catherine Cowan: un niño se enamora del mar y se lleva una ola para su casa. Me pareció tan brillante y original la idea del cuento que se lo compré a la pequeña marinerita para vivirlo juntos, leyéndolo en mi casa.

Después de leerlo, nada más cerrar la tapa del cuento, le pregunté:
-Ale, ¿qué te parece si cogemos una ola para mí, para que viva conmigo, así no estaría solo?.
-Bien –me dice ella (¿verdad que no se imaginan qué pudiese decir otra cosa?).

El caso es que ahora en mi casa vive una ola que se llama Lola, pero no sólo, les juro que no sé cómo, cuándo, ni por qué, también viven: una gaviota que se llama Carlota, una nube que se llama Julia y un árbol que se llama Antonio, a los que hay que añadir, desde hace unos días -como saben- un pez de nombre Blog. No pasaría nada si el tema se hubiese quedado ahí, podríamos vivir todos juntos con un poco de organización, si donde comen tres comen cuatro, ¿por qué donde come uno no van a comer seis?. Pero es que ahora tengo que poner una vocecita para cada uno de ellos cuando hablo con Ale por teléfono. Un momento, ¿he dicho ellos?. Sí, ¡qué horror!.

-Papá, que se ponga la ola. Papá que se ponga la nube. Papá que se ponga la gaviota. Papá que se ponga el árbol.

Ella habla más con ellos que conmigo, y ya no sé si mi casa es un universo, si yo soy un nuevo Noé, si soy la nube, un árbol o quién soy. ¿Hay algún psicólogo entre el público?, ¿alguien me puede sacar de ésto?.

Prefiero el trapecio. Manolo García

Prefiero el trapecio. Manolo García

Con las hermanas Gilda duermo en una cama grande.
Bailamos con las canciones del Sisa y el Peret.
En un edificio con ventanas sin cristales,
Carpanta y yo vivimos a base de latas de calamares.
En el trece, rue del Percebe,
vivo en la ausencia del deseo canalla.
En la indigencia del garfio y la pata de palo.
Y si la vida es un sueño,
como dijo algún navegante atribulado,
prefiero el trapecio
para verlas venir en movimiento.

Voy viviendo a mi manera.
Si conviene regando. Pa' que crezca la higuera.
Pa' que crezca y de sombra,
pa' que dé sombra y frutos
y muchas primaveras,
y muchas primaveras.

Ante una hoguera que alimento
con muebles de algún desalojo indecente,
me caliento junto al Correcaminos,
Rompetechos y otros colegas.
En fin, buena gente.
Somos gente ficticia.
Náufragos urbanos.
Perdidos, renegados, inadaptados,
olvidados. Gente ficticia,
gente fetén si el mundo fuese de cartulina.
Prefiero el trapecio
para verlas venir en movimiento.

Voy viviendo a mi manera,
si conviene regando. Pa' que crezca la higuera.
Pa' que crezca y de sombra,
pa 'que de sombra y frutos
y muchas primaveras,
y muchas primaveras.

Caballeros de bombín gastado.
Calcetín a rombos.
De guante roto.
De bufanda mugrienta en las húmedas noches de marzo.
Como el lindo gatito fracasamos invariablemente
para diversión del personal
que nos mira de reojo.
Y como el Coyote, nunca llegamos a la hora,
ni al lugar, ni en el momento preciso.