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Una Campanilla llamada Ale

El sueño de Valentín

El sueño de Valentín

1960, Buenos Aires. Valentín es un niño de ocho años que vive con su abuela. Su madre desapareció cuando él tenía tres años y su padre es un bala perdida incapaz de tomar responsabilidades.
La vida de Valentín transcurre modesta y con dos obsesiones: convertirse en un astronauta y que su padre le lleve junto a su madre. Pero su padre no quiere remover el pasado y, además, no deja de decepcionarle presentándole novias horribles, hasta que llega Leticia, de la que Valentín se prenda inmediatamente.
Cuando su abuela muere, Valentín decide fabricarse su propia familia: Leticia y Rufo, un amigo pianista que vive en el barrio, se convertirán en sus padres adoptivos.

Las "zapatillas" de Ale

Las "zapatillas" de Ale

Conseguir que Ale se ponga las zapatillas cuando llega a casa es una guerra que para si la quisien: George Bush, Blair y Aznar.
Lo cierto es que debe de ser bastante común en todos los niños (o si no tendré que empezar a pensar que es cosa de familia) porque yo recuerdo, cuando era niño, la forma en la que me mi madre me 'recomendaba', me 'invitaba', me 'aconsejaba' que debía ponerme las zapatillas, no sé si me entienden, ya saben: 'aquí alguien ha matado a alguien'. Veía venir a mi madre por el pasillo con mis zapatillas en alto, con cara de misil Crucero, y un blanco claro e identificado: mi culete. ¡Qué curioso mamá!, no te lo vas a creer pero estaba pensando ahora mismo en ponerme las zapatillas.
Bueno, el caso es que el fin de semana pasado le digo a la gamberra que se ponga sus zapatillas e instantes después la oigo venir por el pasillo caminando a trompicones, riéndose ¡¡¡¡¡con los zapatos de mi madre!!!!.

Volvera a ser un niño. Los Secretos

Volvera a ser un niño. Los Secretos

Con la inocencia más graciosa,
que apaga el tono de la rosa,
con ese brillo que te vuelve un niño,
llegaste como si tal cosa.
Después de andar a la deriva,
por mares turbios de bebida,
como un chiquillo falto de cariño,
de pronto es todo tan sencillo, sencillo.

Volver a ser un niño, volver a ser un niño,
volver a ser un niño, volver a ser un niño.

Después del tiempo que he perdido,
en aventuras sin sentido,
me siento solo y a la vez perdido,
solo porque me has sonreído
y pido
volver a ser un niño, volver a ser un niño,
volver a ser un niño, volver a ser un niño.

Con la inocencia tan graciosa,
que cambia el nombre de las cosas,
con ese brillo que te quita el frío,
cuando las noches son lluviosas.

Volver a ser un niño volver a ser un niño,
volver a ser un niño, volver a ser un niño.

CHANTAJEADO POR TELEFONICA

CHANTAJEADO POR TELEFONICA

Pues no, Telefónica de mis narices. No te doy el consentimiento. Me niego a que .se traten mis datos para promocionar productos y servicios de empresas distintas a Telefónica de España. ¿Está claro? Lee mis labios, anda. No. Nein. Niet. Nones. Nasti de plasti. Negativo. Es más: los productos y servicios de empresas distintas a ti, e incluso los productos y servicios directamente vinculados contigo, me importan un carajo. ¿Capisci? Así que, por mí, como si promocionas a tu prima en una esquina. Porque francamente, tía, lo único que me interesa de tus servicios es el telefónico, o sea, que cuando descuelgo el aparato pueda hablar con quien quiero hablar, que el contestador automático grabe los mensajes, que el fax conectado a tu línea cumpla con su obligación, y que el aparato que me instales en casa no sea una chapuza como los dos últimos: el del dormitorio se estropeó a los tres días, y el de trabajo, aparte de que el cartucho del fax había que cambiarlo cada dos semanas y costaba un huevo de la cara, tenía un sistema de grabación de mensajes tan cutre que a los cuatro meses las grabaciones no eran más que farfullos incomprensibles, rediós, que en vez de a Telefónica parecía que estaba abonado al pato Donald. Y encima, cuando llamé para que me lo reparases, la respuesta fue que el aparato modelo Zeta marca La Pava que me habías puesto tú era propiedad mía y que me buscara la vida. Con el postre añadido de que, cuando acudí a un particular, me dijo que ya no se fabricaba, que la propia Telefónica había cambiado de marca y modelo porque ése era una mierda, y que mejor me compraba otro.

También sé, Telefónica de mis partes nobles, que cuando antes uno necesitaba el número de teléfono de, no sé, los Legionarios de Cristo por ejemplo, para apuntarme -me hizo ver la luz el reportaje de hace un mes sobre la salvación alternativa-, marcaba el 003, que todos nos sabíamos de memoria. Entonces se ponía una señorita encantadora que decía: Telefónica, dígame, y luego te preguntaba por la familia, y al cabo te buscaba el número. Al terminar tú dabas las gracias, y ella respondía las que usted tiene, caballero. Y listo. Ahora, en cambio, para hablar contigo, con Telefónica, hay que llamar primero a un amigo que sepa el número de teléfono de alguna empresa subcontratada que tenga servicio de información telefónica, marcarlo, y previo pago de su importe te sale una señora o un caballero a los que tienes que preguntarles el número de información de Telefónica. Y cuando al fin marcas el puto número, lo que sale es una pava enlatada que te dice: «Nuestros asesores están ocupados» -por cierto, no sé qué hace un asesor ocupándose allí- y tras esperar un rato, al fin asoman el asesor o la asesora que, antes de asesorarte, te piden el número de teléfono y la filiación completa. Aunque lo mejor es lo de la línea ADSL, o como se escriba. De vez en cuando me llama uno de tus asesores para asesorarme insistente, recomendando la instalación de una línea de ésas. Y cuando le digo vale, de acuerdo, y llamo a donde me asesora que llame, otro asesor me dice que no me la pueden poner porque esa clase de línea aún no la han instalado en la zona donde vivo. Y que ya me asesorarán más adelante.

Te cuento todo esto, Telefónica de España, porque he recibido esa desvergonzada carta tuya en la que me dices que, si no quiero que llenes por la cara el buzón de basura publicitaria, tengo que molestarme en meter el impreso en un sobre y perder el tiempo yendo a Correos o al estanco, poner un sello y echarlo al buzón. Y eso, que es un chantaje infame, he de hacerlo en el plazo de un mes, forzado, según apuntas en tu carta, por la legislación vigente. ¿Y sabes lo que te digo? Que si a uno que está tan tranquilo en su casa sin haber cometido otra falta que abonarse a tus servicios, la legislación vigente lo obliga a molestarse en rechazar una oferta que nunca pidió, ni falta que le hace, la legislación vigente es una puñetera mierda. Aun así, ya eché la carta al buzón. Alguno de tus asesores la tendrá, supongo. De todas formas, para que éste claro, he querido también decírtelo aquí, por escrito. Si vuelves a utilizar mis datos para publicidad –cosa que ya hiciste otras veces sin pedirme permiso, y mi buzón todavía sufre las consecuencias- me voy a ciscar en todos tus asesores y en todos tus muertos. Prenda.

El Semanal 29 de febrero

Preguntas y respuestas: La aspiradora

Preguntas y respuestas: La aspiradora

Los momentos que puedo pasar con Ale intento que sean muy diferentes a los que vive a diario. Trato de que sean lo más creativos posibles y llenos de imaginación para que ella misma, un día, descubra el talento que tiene dentro. Luego me gusta llevarla a ver el mar porque donde ella vive no lo hay, para que se quede con su olor y tenga siempre presente la sensación de inmensidad y de libertad que uno experimenta viéndolo y oliéndolo, yo lo hice siendo pequeño de la mano de mi abuelo y el recuerdo me ha quedado grabado para siempre.

Hablamos mucho, nos reímos más, le planteo situaciones imposibles y le hago preguntas inverosímiles (muchas ya las conocen por este diario) para intentar potenciar su imaginación y que desarrolle su creatividad al máximo, que piense salidas increíbles a situaciones irreales, y de veras que lo consigo, a veces tanto que el primer sorprendido soy yo. Si los mecanismos del cerebro, según dicen, es algo aún por descubrir y explicar. si a eso le añadimos que el cerebro es el de una mujer (vayan añadiendo complicación), y además niña (sumen más complejidad), les puedo asegurar que tienen ustedes algo extraordinario que contemplar, que vivir y por qué no decirlo, en qué entretenerse.

Este fin de semana, el sábado por la mañana cuando llegamos a casa de mis padres, nada más entrar, la pequeña reparó en dos cosas (en una ocasión un amigo que sabe de esto me dijo: "Paco los hombre vemos lo que hay, las mujeres lo que falta, así que tenlo siempre presente" pero no viena al caso extenderse ahora en ello), que no estaba mi madre y que en el salón faltaba un mesa baja, esta fue la conversación:

-Papá, en el salón no está la mesita, ¿dónde está?.
-No sé Ale, saldría volando –le digo orgulloso de mi respuesta.
-No, a lo mejor se la tragó la aspiradora –me dice.

Y hago un punto y aparte para comentarles que si ya de por si me pareció impresionante la respuesta, hasta el punto de ser un poco terrorífica ¿no les parece? (¿estaré creando un moustro?), me llama la atención sobre todo, la absoluta indeferencia con que las suelta, pero lo mejor estaba aún por venir. Sigamos:

-Ale, ¿y la abuela dónde está?, ¡a lo mejor se la ha tragado la aspiradora también! –le digo apropiándome sin ningún rubor de su ocurrencia anterior (ahora reconozco que el terrorífico fui yo).
-No, la abuela está de compras.

No sé, a lo mejor les parece una tontería pero si leen ahora la conversación de una sola vez, saltándose las explicaciones y se ponen en situación, en su casa por ejemplo, e imaginan el diálogo entre un fulano de 32 años y una Campanilla que no llega a los 4, a lo mejor la perspectiva cambia.

A ver cómo lo explico de una manera que sea creíble

A ver cómo lo explico de una manera que sea creíble

La lucha por las audiencias también ha llegado a los weblogs. Yo no quería recurrir, en una página como esta, ni al sexo, ni a tener que fichar como comentarista a Coto Matamoros para hablar del famoseo del corazón, así que ideé una falsa polémica entre el Sr./Sra. Anónimo y yo mismo para elevar el share de mi weblog, polémica que, como podrán comprobar, ha tenido su eco hasta en el gobierno de Canadá.

Así que mi otro yo y yo hemos decido crear un foro donde dar rienda suelta a todos esos yoes que llevamos dentro y preservar, si me permiten la pedantería: la inocencia y la magia de esta página.
Añádanlo a sus Favoritos, pasen, relájense, escriban y lean que es gratis, y lo mejor: ni hay por que decírselo a sus respectivas/os, ni hay por que declararlo a Hacienda.
Bienvenidos a la madre de todos los foros: EL ANTIFORO (declarado de utilidad pública según O.M. 106/1971 de 13 de noviembre).

El hombre que susurraba a los caballos

El hombre que susurraba a los caballos

Una historia basada en una de las mejores novelas de todos los tiempos. Después de un desgraciado accidente, una niña y su caballo preferido quedan afectados psicológicamente. Para intentar devolverles la felicidad a ambos, la madre está dispuesta a dejar todo para ir en busca de "un susurrador de caballos". Cuando lo encuentra descubre un mundo lleno de vida y de nuevas sensaciones que nunca pudo imaginar.

Ale Lastrum

Ale Lastrum

El otro día Ale me preguntó que por qué no le compraba un caballo. Tuvimos más o menos la siguiente conversación:

-Bueno -le dije, para no quitarle ya de primeras su ilusión, pero tenemos un problema: ¿quién cuidará del caballo cuando tú no estés?.
-Tú -me dice convencida.
-Pero hija, yo trabajo. Entonces se queda unos instantes pensativa y me dice:
-Pues entonces viene conmigo al cole -resuelve.
-Ale, los niños van a un colegio de niños y los caballos van a un cole de caballos, además ¿dónde dormirá?.
-Conmigo.

Entonces el que se queda pensativo soy yo, la miro, la veo con sus dos trenzas, su sonrisa que le hace dos hoyitos en las mejillas muy graciosos, su lunar, sus ojos grandes, abiertos y veo que en sus pupilas aparecen ya dos caballos reflejados.
-Vale -le digo, buscaremos un caballo y le pondremos de nombre pequeño tío.

Alejandra y el dragón Elliot

Alejandra y el dragón Elliot

Ale tiene un nuevo amigo en su mundo que se llama Elliot. Este largo fin de semana con ella fuimos al videoclub, ella cogió Pedro y el dragón Elliot y yo cogí Iris (muy recomendable).

Al día siguiente cuando salimos a la calle eché aire por la boca y le dije:

-¡Mira Ale, soy un dragón, me sale humo por la boca, como a Elliot!.
-No papá, el dragón sale fuego por la boca, el humo sale por la nariz y no es negro –me corrige la sabionda.
-Pues yo sé donde vive Elliot Ale, ¿quieres ir a verlo? –le pregunté.
-Sí, sí –me gritó la pequeña fan.

Así que, pese al frío, la llevé caminando hasta el faro que hay en el acantilado, muy cerca de donde vivo. De camino nos encontramos con los cañones para disparar al barco del Capitán Garfio, con las gaviotas, incluida la que lleva su nombre que la miraba celosa, una capillita y una placa que recuerda los fusilamientos habidos en aquella zona durante la Guerra Civil, es lo bueno de vivir en un pequeño puerto de mar, si uno aprende a mirar más que ver y le pone un poco de corazón vive rodeado de grandes historias para contar a una niña de tres años.

-Mira Ale, ese es el faro -le señalé.
-¡Elliot, Elliot! –se puso a gritar la pequeña, -somos tus amigos y el viento llevó su vocecita por todos los recovecos del acantilado. Las gaviotas se pusieron su gorra de carteras, sacaron su zurrón y llevaron el grito de Ale más lejos: ¡Elliot, Elliot!. Todas menos una que se quedó sobre el tejado del faro, ya se imaginan quién.
-¡¡Elliot, Elliot, Elliot! –grité yo más fuerte, acompañándola, para no ponerme a llorar, arrepentido de haber llevado hasta allí a la pequeña y ver con que ilusión llamaba al dragoncito verde que yo sabía que no estaba, no al menos aquel día.

Pero recordé que en algunos momentos de la película el dragón se hacía invisible para no ser visto por los demás, así que eso fue lo que le dije a Ale y la dejó más tranquila. Así que decidí regresar al pueblo cogiendo a Elliot de mi mano, claro que al momento Ale me pidió coger la mano del dragón, así que le dije: "vale, ¡cógela!, ¿lo tienes?", y ella me dijo: "Sí, papá" ¿?.

Bajamos los tres por donde habíamos subido, soplaba el Nordeste, Ale con su mano derecha suspendida en el aire como si llevase cogido un dragón sin saber que lo que cogía era algo más importante: un puñado de su ilusión y de la mía; y yo con mi mano derecha cogiéndola a ella y la izquierda en el bolsillo, tratando de sujetar el tiempo que se me iba por un roto y que una de las gaviotas llevaba muy alto, ya se imaginan cuál, ¿no?.

Y lo que tuvo que sonar... sonó

Y lo que tuvo que sonar... sonó

Tuvo que ser en Carnaval, tantos días diciéndome que era tu novio, tanto días pidiéndome que me casase contigo que al final...sonó, aunque algo tuvo que ver que te viese estos días vestida de india y me estuvieses apuntando con un arco con flechas en el momento justo de decirme que tenía que casarme contigo, ¿cómo negarme?. Primero la madre y ahora la hija, doctor: ¿soy normal?, ¿esto es una pesadilla?.

Lo que no entendí fue tu ceremonia, simplemente no hubo, ni entiendo tu forma de llevar este matrimonio conmigo pues me sigues llamando novio. Nada más casarnos en la habitación de la casa de mis padres, sin nadie de testigo para empezar y sin firmar ningún papel para continuar, me dices que también estás casada con Lucas, un niño del cole. El caso es que me pediste que bailase contigo como la bella y la bestia, así que algo te debe sonar, vale –te dije, esta es la mía, vamos a ajustar cuentas con tu pasado y el mío, cogí el Cd de la Vargas, lo puse en el equipo de música y bailamos el “vals”:

“Ná te debo.
Ná te pío
me voy de tu vera
olvídame ya.
Que he pagao con oro
tus carnes morenas
no maldigas paya
que estamos en paz.
No te quiero,
no me quieras,
si todo me diste
yo na te pedi
No me eches en cara
Que to lo perdiste
También a tu vera yo to lo perdí
Bien pagá
si tu eres la bien pagá
porque tus besos compré
Y a mi te supiste dar
por un puñao de parné
Bien pagá, bien pagá,
bien pagá, fuiste mujer.”


La música debía de estar muy alta porque el ruido de los invitados no podía ser, así que llega la abuela al salón y te pones a hacer que lloras, me quedé helado, (¡joder! ni que entendieses la letra, ¡qué niña!) y le dices que lloras porque eres una novia, y las novias lloran, y que te has casado con papá, ¡como si yo te hubiese obligado!. Pero claro mi madre mira para mí, pone cara de suegra ¡¡cuando es mi madre!!!! y soy yo el que tiene que explicarle, que no, que también estás casada con Lucas sin saber si eso lo aclara o lo complica más.

Por lo que parece estos días han sido Carnaval Ale, aunque yo no he notado diferencia alguna con el resto de mis días, no sé, será que vivo en un continúo absurdo, ó que veo a los demás permanentemente disfrazados en esta puta comedia que nos ha tocado vivir. Si noto, ahora que tú no estás, que no hay Carnaval pero ahora enseguida me cojo a la vieja y la saco a dar una vuelta para que le ponga letra al “vals de los novios”:

“No te engaño
quiero a otra
no creas por eso
que te traicioné
no cayó en mis brazós
me dio solo un beso
el único beso que yo no pagué.
Ná te pido.
Ná me llevo
entre esas paredes
dejo sepultado
penas y alegrias
que te di y me diste
y esas joyas que ahora
pa otro lucirás.”


PD: Las reglas están para saltárselas, si no ¿qué gracia tendría la vida?. Carpe diem! ;D

Volvemos el miércoles 25

Volvemos el miércoles 25

Como se suele decir: "Disculpen las molestias".
Dense una vuelta por ahí para comprobar lo bueno que es este blog, regresen pronto, no vaya a ser que no les eche de menos ;D. No me sean infieles -no al menos mucho- que aquí luego todo se sabe. Hasta entonces no olviden supervitaminarse y mineralizarse.

Avisos a: capitankeating@mixmail.com
Avisos urgentes al: 635xxx607
Avisos muy urgentes: Sin mas, no me los den

Carta de invierno

Carta de invierno

21 de febrero de 2004

Querida hija:

Hay días como el de ayer, como el de hoy, en los que parece que el invierno ha venido para quedarse. Se instala en mi pueblito marinero, patronea los pesqueros, envuelve las nasas, recoge la arena de la playa y camina por las calles empinadas a ver al Cristo. Las gaviotas agitan sus alas a veces para espantarlo, a veces para darse calor, pero no les alcanza, como la calefacción en mi casa, que yo compenso con algunas velas, un par de canciones y una buena película, como la de ayer: soldados de salamina. Es bueno sentir el frío de vez en cuando -me decía mi abuela, así agradeces más los instantes de calor, que en la vida de mi abuela, como en la de muchos, fueron bien poquitos.

Mientras el invierno entra en mi casa y me dice que se queda a cenar, y que le haga sitio en mi cama, que probablemente se quedará un par de semanas, ahi afuera hay una gaviota a la que le he puesto tu nombre, una gaviota que desayuna conmigo todos los días, que vuela alto hasta subir a su pupitre y me cuenta cómo se ven las cosas desde ahí arriba, me dice el tiempo que hará mañana y cuántos días faltan para que llegue la primavera a mi medio corazón.

-Deberías aprender a llevar mensajes como hacen tus primas, así dejaría de escribir el blog todos los días y podrías llevarle a mi hija cartas como ésta, dejársela debajo de su almohada y traerme de vuelta cómo eran sus ojos y su sonrisa al leerla, sabría recompensarte con buen pescado, me harías muy feliz –le dije.

-Y tú, un día, tendrías que dejar el papel y aprender a volar de verdad –creo que me contestó, y si no, seguramente lo imaginé, qué importa.

Ale te escribiré el cuento que te prometí, el cuento más bonito de la gaviota más bonita, que te explique por qué las gaviotas no tienen orejas, ¿te acuerdas cómo te reíste el día que te lo pregunté cuando estábamos mirando a una de ellas en Gijón?, casi la pudimos tocar con nuestras manos, ¿te acuerdas?, dime que sí. Te lo escribiré un día de verano, para que no sea triste, con el lapiz de carpintero de color rojo, sobre tu primer cuaderno escolar inacabado para que tu letra y la mía se fundan en un solo mar. Te escribiré el cuento de la gaviota que llevaba tu nombre.

Hay días como el de ayer, como el de hoy, en los que parece que el invierno ha venido para quedarse. Días en los que miro las nubes, la lluvia y pienso que quizás tú estés al otro lado mirando por tu ventanita, viendo las mismas nubes, la misma lluvia, días en los que te despiertas a las tres de la madrugada pensando en que papá, mañana, podría enviarte una carta por una gaviota.

Buenas noches, hasta mañana.

Papá

En los árboles. El último de la fila

En los árboles. El último de la fila

A veces escribo cartas
para no sentirme atado,
para no aferrarme a remilgos
que yo quisiera abolidos
de mi vida. De mi vida.

Y pinto de colores los sobres.
En el remitente soy un enigma.
Espero siempre una respuesta
para sentrime querido
como los niños chicos. Como los niños chicos.

Mensajes que llegaran,
papeles envolviendo una piedra.
Mensajes de cariño
que rompìeran el cristal de mi cuarto.

Quién pudiese ingerir un fármaco precioso...,
Convertir en realidad todos esos sueños.

Cartas que me dijesen cosas bonitas
como que vendrás a maullarme
de contraseña en la madrugada.
Bajo mi ventana. Bajo mi ventana.

Que corriéramos campo a través,
a la luz de los fulgores del alba.
Chispas blancas sobre el rojo violento.
Y que hiciésemos cabañas
en los árboles. En los árboles.

Mensajes que llegaran,
papeles envolviendo una piedra.
Mensajes de cariño
que rompieran el cristal de mi cuarto.

Quién pudiese ingerir un fármaco precioso...
Convertir en realidad todos esos sueños.

Buenas noches, hasta mañana

Buenas noches, hasta mañana

Hay muchas noches que a las 20:55 pongo TVE1 para ver a tus amigos, sé que tú, a la misma hora los estás viendo, me lo has dicho, me has cantado la canción. Algunas veces me meto dentro del Lunni amarillo que es una mezcla entre el cuñao y Bart -ya te contaré un día quiénes son- y me cuelo por tu televisión en tu casa, sin que mamá se entere, para irnos juntos a la cama. Yo te acuesto, yo te tapo, yo te duermo, yo te susurro:
Hasta mañana.

REVENTANDO PERROS INGLESES

REVENTANDO PERROS INGLESES

Te estás amariconando, Reverte, me dice un lector de Santander. Diez años dando estiba en esta página a los perros ingleses, enemigo histórico de toda la vida, y ahora vas y recomiendas Master and commander, que es un película estupenda, sí, pero también un canto épico a la marina británica. A ver si de tanto leer a Patrick Q'Brian y darte el pico con Javier Marías tienes el síndrome de Estocolmo. Cabrón. ¿Por qué no reivindicas la fiigura de mi paisano Luis Vicente Velasco? ¿Ein? Si ése fuera inglés, le habrían hecho diez películas. En hazañas navales no le moja la oreja ningún hijo de la pérfida Albión. Pero era español, claro. Santanderino de Noja. Por eso ya no se acuerda de él ni la madre que lo parió.
La verdad es que el lector cántabro tiene razón. Así que, para lavar mi culpa y evitar, de paso, que los futuros súbditos del Orejas se suban a la parra -este año andan muy flamencos con el tricentenario de lo de Gibraltar-, he decidido dedicarle hoy la página, por todo el morro, al capitán de navío de la Armada española don Luis Vicente de Velasco. A quien, las cosas como son, el viejo amigo Jack Aubrey no le llega ni a la bragueta. Y consuela mucho, la verdad, repasando nuestra desgraciada Historia, tan llena de baldones, vileza e incompetencia, toparse de vez en cuando con gente como don Luis , leal, inteligente y con los huevos en su sitio. Ejemplo, una vez más, de lo que podría haber sido esta desdichada tierra si tantos buenos Vasallos hubiesen tenido buenos señores.
Atentos a la biografía de mi primo. Guardia marina con quince años, Velasco se fogueó en los intentos por recuperar Gibraltar, en la toma de Orán y en numerosos combates navales contra los corsarios berberiscos. A los treinta tacos era capitán de fragata, y al mando de una de ellas. artillada con treinta cañones, se encontraba en 1742 navegando entre Veracruz y Matanzas cuando le salió al paso una fragata de cuarenta cañones seguida por un bergantín, ambos ingleses. Si lo trincaban entre dos fuegos estaba listo de papeles, así que decidió darse candela con la fragata antes de que llegase el bergantín. Se arrimó al enemigo, que venía muy chulito, empezó el combate, y después de dos horas de sacudirse estopa pasó al abordaje, hizo arriar el pabellón a la fragata inglesa, volvió a su barco, dio caza al bergantín -que al ver el panorama había salido cagando leches-, lo rindió y entró en La Habana con las dos presas. y para no enfriarse, cuatro años después, con dos jabeques guardacostas, tomó al abordaje otro buque de guerra inglés de treinta y seis cañones. La criatura.
Pero lo que grabó el nombre de Velasco en esa Historia de España que ahora, desde la Logse, nadie estudia, fue la defensa del castillo del Morro de La Habana en 1762; cuando, siendo capitán del navío Reina, se le encargó disputar esa fortaleza a la flota de invasión inglesa compuesta por doscientos barcos y catorce mil hombres. En la defensa del Morro, donde la artillería enemiga lo superaba seis a uno, Velasco estuvo treinta y siete días sin desnudarse y sin apenas dormir. Para hacemos idea de cómo se batió, el tío, basta echar un vistazo al magnífico cuadro conservado en el Museo Naval de Madrid: el fuerte soltando cebollazos, los ingleses cañoneándolo, el Cambridge desarbolado y hecho un pontón tras perder a su comandante, tres oficiales y la mitad de su tripulación, el Ma1borough remolcándolo, el Dragon apartándose con graves averías y el Stirling huyendo del fuego como una rata. O sea. Rule Britania un carajo.
Al final, lo de siempre. España. Nosotros. Esa Habana abandonada de la mano de Dios. Una mina inglesa abrió brecha, los ingleses se colaron por ella, don Luis Vicente acudió espada en mano,y zaca. Lo reventaron. Agonizante, ya caído el Morro, el general inglés fue a abrazarlo y a decirle olé tus pelotas, chaval. Verygüello tuyo, top typical spanish eggs. Y en la carta que lord Abermale escribió a Londres dando cuenta del escabeche, lo llamaba «el capitán más bravo del rey católico». Que en boca de un hijoputa inglés arrogante de entonces tiene su mérito de aquí a Lima. Y un detalle: todavía a mediados del siglo XIX, al pasar por la costa santanderina ante la playa de Noja, los navíos británicos ponían la bandera a media asta. Pero claro. En Inglaterra le preguntas a un colegial quién fue Nelson, y te lo dice. El de Trafalgar, ofcourse. Pregúntenle aquí, a cualquiera, quién fue Velasco.

El Semanal 22 de febrero de 2004

Quiero ser profesora

Quiero ser profesora

Este fin de semana Ale me sorprendió diciéndome qué quería ser de mayor, su primera vocación. El caso es que alguien se lo preguntó, siempre me han horririzado este tipo de preguntas (espero que nunca nadie le pregunte si quiere más a su papá o a su mamá) y ella dijo que quería ser profesora.
-¿Enseñarás literatura Ale?, ¿serás la inspiración que harás de las vidas de tus alumnos algo extraordinario?. Pero vi por tu expresión que no me seguías.

La Tregua. Benedetti

La Tregua. Benedetti

Ese mar es una especie de eternidad. Cuando yo era niño, él golpeaba, pero también golpeaba cuando era niño mi abuelo, cuando era niño el abuelo de mi abuelo. Una presencia móvil pero sin vida. Una presencia de olas oscuras, insensibles. Testigo de la historia, testigo infantil porque no sabe nada de la historia. ¿Y si el mar fuera Dios?.

"Lo esencial es invisible a los ojos". El Principito

"Lo esencial es invisible a los ojos". El Principito

"Algunos hombres ven las cosas como son y se preguntan por qué, yo sueño con cosas que nunca han sido y digo ¿por qué no?."

Al estornudar...

Al estornudar...

Estaba tranquilamente el otro día echando un vistazo al periódico mientras tenía a Ale, a la que miraba de reojo, entretenida, coloreando un cuadernillo, sin salise –como ella dice. El caso es que me puse a estornudar, quizás porque la primavera ya está cerca y la señorita, como si estuviese educada en uno de estos internados suizos, me dice muy educadamente: ¡jesús!.
-¿Jesús? –le digo levantando mis ojos del periódico, yo me llamo Paco, y si no, papá.
-Noooooo papá –me dice ella, cuando es santina se dice ¡jesús!.

ESTA INDUSTRIA DE AQUI

ESTA INDUSTRIA DE AQUI

Me han convencido, pardiez. Me refiero a los anuncios de apoyo al cine español que han puesto en la tele, choteándose del que se hace en los Estados Unidos. También a las declaraciones de ciertos productores cinematográficos -la industria, se llaman a sí mismos- afirmando que hay que educar a los espectadores, que nuestro cine es mejor, y que parece mentira que, con los pedazos de películas que hacemos aquí, la estúpida chusma no acuda en masa a la taquilla, y en cambio se infle a canales digitales y deuvedés, o haga cola en los estrenos de Hollywood, hay que joderse, toda esa competencia desleal e inexplicable, incluidos los moros y los negros manta, rediós, una conjuración de Venecia que te vas de vareta. Oye, todos contra el buen y sólido cine español. Acogotadito lo tienen, a pesar de su calidad y su tronío. Y claro, dicen. El espectador, que es tonto del nabo, salvo en carambolas como Los lunes al sol o Mortadelo y Filemón, se deja engañar por estafadores tipo Peter Weir o Ridley Scott en vez de precipitarse a las butacas cuando estrenan Fulano o Mengano -disculpen que eluda nombres, pero insultar me da mucha risa, y toso-. La solución, naturalmente, es que el Estado y las televisiones suelten más subvenciones y más pasta. Todo cristo, ojo, menos los productores de cine. Porque es sabido que en España ningún productor importante arriesga un duro propio. Hasta ahí podíamos llegar. Una cosa es ser industria y pasar de paria a comprarte chalets en San Apapucio de la Infanta, y otra es ser gilipollas. No te fastidia.

Así que estoy con ellos, lo mismo que con algunos imprescindibles directores nuestros que sólo pueden oponer el noble argumento de su pata negra auténtica, española, a la brutal ofensiva del cutre cine norteamericano. Esos guiris son vulgares mercenarios que se limitan a contar una historia de forma eficaz, ajenos a los delicados matices artesanos del cine que hacemos aquí, al contenido filosófico, a la cultura, a nuestra hilarante capacidad para filmar comedias que envidiaría Billy Wilder. Sin contar con que Hollywood juega con sucia ventaja. Allí hay guionistas que escriben guiones, y actores que cuando dicen algo te lo crees, y hasta el niño de los Soprano, que no abre la boca, parece un actor. Y claro, así hace cine cualquiera. Hasta los gabachos lo hacen: En busca del fuego, Amelie, Capitán Conan, Tanguy, El pacto de los lobos y todas esas pelis facilonas y poco espontáneas que luego son éxitos porque el público franchute es chauvinista y apoya su cine, aunque sea una mierda. El mérito es hacer cine sin guión y sin actores, como lo hacemos aquí. Porque el cine de verdad se hace con un productor con cuartelillo en las teles y en el ministerio, con un director que -a ser posible- se la succione al Pepé, al Pesoe o a quien mande, y con actores naturales como la vida misma, no maleados por las escuelas de interpretación, el teatro o la experiencia: gente que farfulla con la misma frescura y naturalidad que se utiliza en la puta calle, y a la que da lo mismo que te creas o no, porque lo que cuenta es que sepan decir: oye tía, paso de ti, con espontaneidad honesta.

También, volviendo a la industria, comprendo que ser productor de películas fascinantes e incomprendidas lleva sus gastos. La culpa la tienen el Estado y las televisiones, que llevan la tira financiando doscientas obras maestras cada año, y ahora se rajan. O sea, que te acostumbran a tirar con pólvora del rey, y de pronto llegan los aguafiestas y dicen: chaval, se acabó el chollo, o sea, ya no hay más viruta para que hagas arte y de paso te pagues las letras del yate y el estirado de pellejos de tu pava. Ya sé que todos los críticos -los de aquí- ponen tus películas de cinco estrellas para arriba. También sé que has producido la versión neohistóricaporno de Rosario la Cortijera, el apasionante drama psicológico Pásame la sal, cariño o la desternillante comedia Al sur del oro y el moro de Moscú, esta última nada menos que con Andrés Pajares. Sí. El cine español está en deuda contigo, colega. Una deuda que te cagas. Por eso te dimos once estatuillas y un beso de Paz Vega en la gala de los Goya. Pero la teta no da más leche. ¿Captas? Treinta y seis espectadores no justifican los seiscientos kilos que te endiñamos por cada una. Así que chao, Cecilbedemille.

Eso es lo que te dicen ahora. Y claro, te hunden el negocio. Perdón. La industria.

El Semanal 8 de febrero