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Una Campanilla llamada Ale

Burbujas de amor. Juan Luis Guerra

Burbujas de amor. Juan Luis Guerra

Tengo un corazón
Mutilado de esperanza y de razón
Tengo un corazón que madruga donde quiera
¡ay ay ay ay ay!
Este corazón
se desnuda de impaciencia
Ante tu voz,
Pobre corazón
Que no atrapa su cordura

Quisiera ser un pez
Para tocar mi nariz en tu pecera
Y hacer burbujas de amor por dondequiera,ohhhh
Pasar la noche en vela
Mojado en ti

Un pez
Para bordar de corales tu cintura
Y hacer siluetas de amor bajo la luna, ohhhh
Saciar esta locura
Mojado en ti

Canta corazón
con un ancla imprescindible de ilusión
Sueña corazón
No te nubles de amargura, ay ay ay ay ay

Y este corazón
Se desnuda de impaciencia
Ante tu voz,
Pobre corazón
Que no atrapa su cordura

Quisiera ser un pez
Para tocar mi nariz en tu pecera
Y hacer burbujas de amor por dondequiera, oohh
Pasar la noche en vela
Mojado en ti

Un pez
para bordar de corales tu cintura
Y hacer siluetas de amor bajo la luna, oooohh
saciar esta locura
mojado en ti

Una noche
Para hundirnos hasta el fin
Cara a cara
Beso a beso
Y vivir
Por siempre
Mojado en ti

Quisiera ser un pez
para tocar mi nariz en tu pecera
y hacer burbujas de amor por dondequiera, ohhh
pasar la noche en vela
mojado en ti

Un pez
para bordar de cayenas tu cintura
y hacer siluetas de amor bajo la luna, ohhh
saciar esta locura
mojado en ti

Para tocar mi nariz en tu pecera
y hacer burbujas de amor por dondequiera, ohhh
pasar la noche en vela
mojado en ti

Un pez para bordar de cayenas tu cintura
y hacer siluetas de amor bajo la luna, ohhh
vaciar esta locura
mojado en ti.

El semáforo sordo

El semáforo sordo

Ale piensa que los semáforos oyen y que yo soy mago. Que puedo hacer que se pongan en verde cuando quiero, contamos uno, dos, tres y ¡chas! el semáforo se pone en verde y podemos cruzar la carretera.

El problema surge cuando ella quiere hacer la magia y empieza a decir los números en voz alta: uno, dos, tes, cuato, cinco, seis... hasta que se pierde allá por el número once y entonces vuelve a empezar a contar pero esta vez gritando más alto: uno, dos, tes, cuato... La gente empieza a darse la vuelta y a sonreir al ver a una loca bajita poner todo su alma contando mal sin saber por qué, pero contando en definitiva, mientras yo, con cara de árbol y mirando que no haya por allí cerca un perro, cierro los ojos y me concentro en que nadie me vea (Ale piensa que cierro los ojos para ayudarla).

-Papi, ¡¡hácelo tú!!! –me dice la pequeña peatona.

¡Y cómo defraudarla!, pero no sé cómo ni qué hacer. Al final doy con la solución ¡¡¡porque no se pueden ni imaginar lo que tardan algunos semáforos en cambiar de color y los gritos que puede dar una fan histérica del señorín de color verde!!!.

-Ale creo que este semáforo no te oye -le digo.
-¿Por qué? –me pregunta ella sorprendida.
-Porque no tiene orejas, ¿tú se las ves por algún lado?.
-No –me dice ella, después de haber mirado al semáforo de arriba abajo y dar una vuelta completa.
-Pues eso Ale, este semáforo no oye, está sordo.

Finalmente el semáforo cambia, se pone en verde. ¡Salvado!..... pero sólo hasta el siguiente.

El pececito huérfano

El pececito huérfano

Nuestro cuento no comienza como todos los cuentos: “Hace mucho, mucho tiempo...” porque nuestro cuento ni si quiera es un cuento, sucedió, es real y comenzó el pasado 25 de diciembre, Navidad.
La noche anterior Papá Noel había dejado en el Carpe diem una pecera con dos peces: Nemo y Dori –se apresuró Ale a llamarlos nada más que los vio. A los pocos días fuimos a comprar otros dos pececitos más, uno se llamaría Cleo porque así se llamaba el pececito de Gepetto y al otro le pedí a Ale que me dejase a mí ponerle el nombre: glub-glub.

Todo iba estupendamente, Ale estaba encantada con sus pececitos, a los que daba de comer y a los que cambiaba el agua todos los días. El domingo pasado después de dejarla con su mamá la pequeña, muy disgustada y llorando, me llamó: ¡papá se morió un pez!. ¡Pero Ale! -exclamé, ¿cómo se va a morir un pez?, los peces no se mueren hija, se escapan de las peceras para ir a buscar el mar.

El otro día, cuando fui a ver a Ale le llevé un pez igual al que se había “muerto” y al dárselo le dije: ¡Míra Ale!, el pez que te faltaba, ¿ves?, se había escapado, vino a mi casa ayer por la noche y me pidió que le llevase al mar pero le dije que tú le estabas buscando y sus amigos le estaban esperando en la pecera.

Cuando Ale vio a su madre lo primero que le dijo fue: ¡mira mamá!, el pez que tú me dijiste que se había morido no se había morido, se escapó, fue a buscar a papá.

Pero mamá dijo que no quería más peces, que me lo llevase. Entonces tú me lo diste con tu manita de cuatro años para que lo cuidase y así poder verlo cada fin de semana que vinieses conmigo. Me explicaste que tenía que darle de comer y que tenía que cambiarle el agua todos los días porque sino se moriría (ya no te acordabas de lo que te había contado :)). Te di un beso y cogí al huerfanito como el enfermo se coge a la vida y me fui corriendo a la estación para no perder el tren. Allí saqué dos billetes, uno para él y otro para mí. Cuando llegó el revisor me preguntó quién era el segundo pasajero y yo le respondí: un sentimiento señor, conmigo viaja un sentimiento. No se preocupe, corte los dos billetes.

Hoy tengo el pececito aquí a mi lado, pegadito a la ventana y a la vela que enciendo como cada noche que les escribo, mirando al mar. Le doy de comer y le cambio el agua tal y como me ha dicho mi hija que hiciese porque eso, aunque Ale aún no lo sepa, me acerca a ella. Algunos días abrazo la pecera como quien intenta poner un brazo sobre el hombro de un pez y me siento a hablar con él mientras las olas se llevan la tarde para que el mar nos traiga la noche. A veces le veo nostálgico y me preocupa que no sea feliz. Tengo pensado, cuando llegue el verano, bajar con Ale y la pecera a la orilla del mar para que ella misma deje irse para siempre a nuestro amigo. Pero antes quiero pedirles un favor, que entre todos pongamos un nombre a nuestro pez porque creo que este pececito, como el blog, ya no es sólo mío y de Ale también lo es de ustedes. Gracias.

Toca para mí. Alejandro Sanz

Toca para mí. Alejandro Sanz

A veces Ale no son las personas las que hablan de tu blog y de las cosas que te escribo, en ocasiones lo hacen las canciones, como la que ahora te dejo aquí escrita.
Canciones donde las notas suenan como las palabras que te toco y donde ese viejo violinista loco con pajarita verde y del que se ríe la gente puede que sea yo. Algunas personas echan su monedita en forma de comentario por leer las aventuras que te cuento, y así, mientras toco el violín para ti con mi lapicero, veo caer la tarde hasta que llega la hora de recoger mi corazón sin que tú hayas pasado por delante.


TOCA PARA MÍ

Como cada tarde está
en el parque para tocar
su viejo y cansado instrumento.

En el mismo banco sentado
una manta en el suelo a su lado
dispuesto a dar el lado bueno
y aunque ya se venga a menos
me regala una balada solo por una mirada.

De sus años de experiencia
mil anécdotas me cuenta
yo finjo creerlo así
me gusta verle feliz
contando aventuras y creyendo ser un violín.

Toca para mi, yo te quiero oír
quiero formar parte de tu locura
pondremos nuestras almas de partitura.
Toca para mi, yo te quiero oír
y que el último latido de tu corazón
sea una rosa que brota de la ultima nota.

Hay gente que ríe al verle, con su pajarita verde
sus pantalones ya roídos
y unas flores que ha cogido
adornando una camisa
que ha cosido muy deprisa.

El loco maestro toca
con una dulzura loca
y se posa una paloma, en sus zapatos de goma
nadie ríe, nadie habla, los que de ti se burlaban.
Se va recostando y habla de lo dura que es la tarde
ya he dejado de fingir, no quiero verle sufrir
contando aventuras y creyendo ser un violín.

Toca para mi, yo te quiero oír
quiero formar parte de tu locura
pondremos nuestras almas de partitura.
Toca para mi, yo te quiero oír
y que el ultimo latido de tu corazón
sea una rosa que brota de la ultima nota.

toca para mi, toca para mi, yo te quiero oír
quiero formar parte de tu locura
pondremos nuestras almas de partitura.
Toca para mi.

LA CENA DE LOS IDIOTAS

LA CENA DE LOS IDIOTAS

Hay una película francesa basada en una obra de teatro, llamada La cena de los idiotas. Cada comensal lleva un idiota a la cena, y de ahí arranca una serie de divertidas peripecias, con moraleja final: el idiota resulta ser mucho más inteligente y humano que los presuntos listos. Pero claro. Eso es el cine. En la vida real, lo que suele ocurrir es lo contrario: que un supuesto listo termina revelándose un perfecto idiota. Incluso, a veces, descubrimos en nosotros mismos una inmensa capacidad técnica para la idiotez.

No siempre es malo, oigan. Según las circunstancias, la idiotez puede ser inofensiva, divertida, incluso útil. Hay sujetos –algún idiota diría sujetos y sujetas- que con la idiotez propia se ganan la vida. Enchufas la tele, por ejemplo, y salen por docenas. Pero hay casos en que la idiotez resulta peligrosa, sobre todo cuando se combina con el poder, el dinero o la política. Ahí están los Estados Unidos de mi primo Bush, verbigracia: un país poderoso y normal -dentro de lo que cabe- que en manos de un idiota no sólo se ha vuelto idiota en su convuelto idiotas a todos los demás. Y paranoicos. Y como la idiotez y la paranoia activa arrastran sus consecuencias, se ha logrado encima rizar el rizo: hacer que la idiotez paranoica se vuelva una realidad que se autoalimenta y engorda a sí misma, hasta justificarse de puro idiota. Bueno. No sé si me explico, pero sé muy bien lo que quiero decir. Y creo que ustedes también. Resumiendo: somos idiotas.

Lo que pasa es que, además de la idiotez importada, aquí tenemos la propia. Idiotas rotundos y lustrosos, de esos que tecleas la palabra idiota en el ordenador, le das a la tecla enter y sale su foto. Idiotas autóctonos, de pata negra. Es cierto que éste es un país difícil, esquinado, con muy mala leche, y no siempre resulta fácil distinguir a un idiota auténtico de un hijo de la gran puta. Por poner un ejemplo: cuando oyes a un comentarista analfabeto de Salsa Marciana o Tomate Rosa hablar de los compañeros reporteros de guerra muertos en tal o cual sitio, a veces dudas si te encuentras ante una idiota -o un idioto- o ante un hijo de la gran puta. Y en política, tres cuartos de lo mismo. O cuatro.

Ahí el aire hijoputesco es abrumador; aunque la verdad es que, si uno se fija y pone voluntad, al final se aclara un poco. No es lo mismo una de esas resabiadas acémilas nacionalistas de sacristía y boina que se creen Astérix, que antes pedían leña y cerillas para quemar liberales y ahora piden tribunales y jueces para ajusticiar a su aire, que un tonto del haba que se masturba leyendo a Tomás Moro, o que se busca la vida como puede. Lo malo del asunto es que al otro hijoputa lo ves venir de lejos, y a poco que hayas leído un poco de historia o no sé, a Galdós, a Baroja, ya sabes a qué atenerte. El peligroso es el lelo. El idiota que te la endiña sin querer. Por las buenas. Por la utopía de una Arcadia feliz de aizkolaris o butifarra. O en plan más práctico por un voto o un escaño de mierda.

Lo malo, como decía antes, es que a veces estos idiotas hacen más daño. Por alguna extraña ley de Murphy, prosperan en todas partes. Y no sólo en política. Alguna vez sostuve que nunca hubo, como ahora, tanto gilipollas diciéndonos lo que debemos o no debemos comer, firma vestir, conducir, votar. Tantos idiotas creando opinión, neo-historiando, pasteleando, cediendo la palabra a otros idiotas, apuntándose a esto o a lo otro por el no vayan a creer que soy tal o no soy cual, ojo, más de aquí, más de allá, más nacionalista, más demócrata que la hostia. A mí, que las vendo. Todo eso podría ser divertido, porque el espectáculo parece una tarde con los hermanos Tonetti. Lo malo es que la risa te hiela cuando caes en la cuenta de que entre todos esos pichaflojas han conseguido de nuevo, por enésima vez en nuestra triste y desgracia historia, lo que don Luis Mejías, hecho polvo, le contaba a Don Juan Tenorio: «Don Juan, yo amaba, si / mas con lo que habéis osado / imposible la hais dejado / para vos y para mí.. Dicho de otro modo, que la vieja y noble palabra España vuelva a ser secuestrada por la derecha, y ésta se convierta en su administradora exclusiva, como ocurrió después del concilio Trento, de la guerra de la Independencia, la primera y de la segunda repúblicas. O para ser justos: a la derecha, o como carajo se llame ahora, se la han vuelto a regalar gratis, por el morro. La palabra España. Los idiotas.

El Semanal 25 de enero

La Misión

La Misión

El padre Gabriel dirige una misión en lo alto de las montañas de Brasil, donde los nativos son evangelizados y llevan una vida pacífica. Hasta allí llega Mendoza, un mercader arrepentido, en busca de redención que, fascinado por la labor del padre Gabriel, se ordena sacerdote. La presión llevada a cabo por Portugal obliga a la Iglesia a ceder las tierras en las que se halla la misión. El padre Gabriel y Mendoza, aunque por caminos muy diferentes, harán lo imposible por defender la obra y evitar que los nativos sean esclavizados.

Alejandra Pocahontas

Alejandra Pocahontas

Pues ahora Ale lleva unas semanas diciendo a todo el mundo que se llama Pocahontas. Y el caso es que vamos a los sitios y la gente le pregunta cómo se llama y ella contesta sin darle importancia: ¡Pocahontas!.
Ayer sin más, una señora en un kokio* cuando la pequeña india le contestó que se llamaba así, la señora me preguntó que si ese era su apellido.
-¡Señora! ¿no ha tenido usted infancia? -pensé en preguntarle, pero me pareció más interesante decirle que sí, que la niña se llamaba Pocahontas, que era un nombre indio porque la niña tenía antepasados apaches y que Pocahontas en su idioma quería decir "niña que ilumina las noches de luna llena".
-¡¡Vaya par de chiflados!! -debió de pensar el vejestorio, ¡pobre niña!, no sé como no le quitan la custodia de la rapacina a ese padre -la oi mascullar entre los dientes.
-Lo que no sabe usted es que eso justo es lo que me han quitado -le repliqué.

El otro día fuimos a un parque de esos de bolas y toboganes y la chica me preguntó: "¿Cómo se llama?."
-Paco –le contesté (¿lo pillan?).
La chica mira para mí riéndose y me dice: "No, no, ella."
-¡Ah! -me hice el despistado ;), pregúnteselo.
Le pregunta y entonces Ale le dice: ¡Pocahontas!. ¿Se imaginan la cara que puso la pobre mujer?.

Así que no lo duden, si van por la calle y le preguntan a una niña de casi cuatro años cómo se llama, y ella le reponde que Pocahontas, esa es mi hija.

Diccionario Alejandra-español; español-alejandra
*kokio: kiosko

"A todo cerdo le llega su San Martín"

"A todo cerdo le llega su San Martín"

-al menos eso decía mi abuela.

'Cascos deja la política'. ¿Ah sí?, ¡no me digas!, ahora sólo falta que salga lo demás, tiempo al tiempo. De momento disfrútala. Pero por aquí hay cosas que no se olvidan y hay cuentas que dejaste sin
pagar, amigo.

Ya sabes ;):

"No he de callar
por más que con el dedo
ya tocando en tu boca o en tu frente
silencio avises o amenaces miedo.
¿Nunca ha de haber un espíritu valiente?.
¿Nunca se ha de pensar lo que se dice?.
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?.
Pues sepa quien lo niega o quien lo duda
que es lengua la verdad del Dios severo,
y la lengua de Dios nunca fue muda."

Francisco Quevedo

Hoy me fumaré un purito y abriré un benjamín de cava a tu salud y por supuesto, a la de Gemma también, mientras oyo vuestra canción. ¡Tócala otra vez San!, San Ismael Serrano :D. ¡A vuestra salud!, ¡a tu salud 'pañero Cascos!.

Tierna y dulce historia de amor. Ismael Serrano

Mi vida empezó aquel día
en la inauguración de un polideportivo
a la que fui invitado en calidad de diputado
y como miembro del partido.
Cuando te vi pasar por la otra acera,
con tus recién cumplidos quince años,
salías de la escuela.
Y se hizo luz, se hizo silencio, y en un momento
todo paró y nació el amor.
Nació el amor.
Vestías el uniforme de la escuela:
el jersey verde, la falda de cuadros,
hasta las rodillas las medias.
Sobre los hombros una pesada cartera.
Quién fuera tu porteador, tu tutor,
tu institutriz o tu maestra.
Para estar cerca siempre de ti
y dedicarte mil atenciones,
mil atenciones.

Me darán de lado, me quitarán mi escaño,
sólo porque te amo.
Estoy perdido, me echarán del partido,
no tiene sentido.
Y qué le voy a hacer, y qué dirá mi mujer
cuando sepa que te quiero.
El mundo entero querrá mi cabeza a sus pies.
A sus pies.

En los plenos del congreso no hacía otra cosa que pensar en ti,
y día a día iba a tu colegio
para verte salir.
Hasta que un día el amor rebosó en mi cuerpo
dulce, violento. Y así, corriendo,
fui hacia ti y te pregunté:
"Buena muchacha, te acompaño a casa".
No olvidaré cómo dijiste "Como quiera usted".
"Como quiera usted".

Poco a poco nuestra relación se fue formalizando,
hacíamos juntos los deberes
mientras íbamos a tu casa andando.
Hasta un día logré invitarle al cine a ver El Rey León.
Cuando las hienas acechaban al héroe
contra mi pecho mi pequeña se estrujó.
Y se hizo luz, se hizo silencio, y en un momento
todo paró y nació el amor.
Nació el amor.

Me darán de lado, me quitarán mi escaño,
sólo porque te amo.
Estoy perdido, me echarán del partido,
no tiene sentido.
Y qué le voy a hacer, y qué dirá mi mujer
cuando sepa que te quiero.
El mundo entero querrá mi cabeza a sus pies.
A sus pies.

Pero como todas las historias de amor,
al menos las más bellas,
la nuestra por supuesto también
acabó en tragedia.
Y a su madre al enterarse le entró la histeria,
me denunció, y puso un matón
para seguir a su pequeña.
Y una gris tarde fui a buscarla y aquel matón,
por tres sitios, la cara me rompió.
La cara me rompió.

Pronto se hicieron eco de la noticia
los medios de comunicación,
y un moderno cantautor
me compuso una canción.
Durante una temporada El Mundo
me dedicaba sus portadas,
y para darle mayor gravedad
Pedro J. un editorial.
Y tertulianos en la radio y la tele comentaban
cómo la juventud se pierde.
Ay, ¡cómo se pierde!

Me darán de lado, me quitarán mi escaño,
sólo porque te amo.
Estoy perdido, me echarán del partido,
no tiene sentido.
Y qué le voy a hacer, y qué dirá mi mujer
cuando sepa que te quiero.
El mundo entero querrá mi cabeza a sus pies.
A sus pies.

El comité disciplinario del partido,
movido por la envidia claramente,
inició una investigación interna
y me abrieron expediente.
Y tras un arduo y largo tormento me expulsaron a la vez
del partido, el comité,
y de mi casa mi buena mujer.
Y quedé sólo con los recuerdos de una pequeña
con uniforme de escuela,
con uniforme.
Me han dado de lado, me han quitado mi escaño.
Da igual, yo te amo.
Estoy perdido, me echaron del partido.
Sólo quiero estar contigo.
Y qué le voy a hacer si me echó mi mujer
sólo porque te quiero.
El mundo entero está a nuestros pies.
A nuestros pies.
Estoy seguro: a mí vendrás
cuando te dejen papá y mama.
Estaremos juntos, lo sé mi amor,
cuando seas mayor.
Me han dado de lado, me han quitado mi escaño.

Cuando nadie me ve. Alejandro Sanz

Cuando nadie me ve. Alejandro Sanz

A veces me elevo, doy mil volteretas
A veces me encierro tras puertas abiertas
a veces te cuento por que este silencio
y es que a veces soy tuyo y a veces del viento
a veces de un hilo y a veces de un ciento
y hay veces, mi vida, tu juro que pienso:
¿Por que es tan dificil sentir como siento?
sentir ¡Como siento! que sea dificil.

A veces te miro y a veces te dejas
me prestas tus alas, revisas tus huellas
A veces por todo aunque nunca me falles
a veces soy tuyo y a veces de nadie
A veces te juro de veras que siento,
no darte la vida entera, darte solo esos momentos
¿Por que es tan dificil?... Vivir solo es eso
Vivir, solo es eso...¿Por que es tan dificil?

Cuando nadie me ve
puedo ser o no ser cuando nadie me ve
pongo el mundo del reves
cuando nadie me ve no me limita la piel
cuando nadie me ve
puedo ser o no ser
cuando nadie me ve.

A veces me elevo, doy mil volteretas
A veces me encierro tras puertas abiertas
A veces te cuento por que este silencio
y es que a veces soy tuyo y a veces del viento.

Te escribo desde los centros de mi propia existencia,
donde nacen las ansias de la infinita esencia
hay cosas muy tuyas que yo no comprendo
y hay cosas tan mías pero es que yo no las veo
supongo que pienso que yo no las tengo
no entiendo mi vida se encienden los versos
que a oscuras te puedo, lo siento no acierto
no enciendas las luces que tengo desnudos,
el alma y el cuerpo.

Cuando nadie me ve
puedo ser o no ser
cuando nadie me ve
me paresco a tu piel
cuando nadie me ve
yo pienso en ella tambien
cuando nadie me ve, puedo ser o no ser
cuando nadie me ve, puedo ser o no ser
cuando nadie me ve, no me limita la piel
cuando nadie me ve
puedo ser o no ser
cuando nadie me ve
no me limita la piel
puedo ser, puedo ser o no ser
cuando nadie me ve
a veces me elevo
doy mil volteretas
te encierro en mis ojos
tras puertas abiertas
A veces te cuento por que este silencio
y es que a veces soy tuyo y a veces...
del viento.

A veces del viento
y a veces del tiempo.

Desayunaremos ensalada

Desayunaremos ensalada

Recuerdo una canción infantil: "Al corro la patata, comeremos ensalada, como comen los mayores..." pero no decía nada de desayunar ensalada.
Por lo general Ale come y cena bien, para merendar tiene días y lo peor de todo es el desayuno, es la comida que peor hace. El otro día me pidió para desayunar una ensalada. ¡¡¡Una ensalada??? -exclamé, ¿pero de qué?, ¿de galletas?, ¿de cereales?, ¿de chocolates?. Pues no, la lechugina se desayunó una ensalada de lechuga, tomate, bonito y champiñones, y yo con cara de pepino mirando para ella y no dando crédito, más que nada porque la paloma de la VISA había volado y no tenía saldo.
Aquí pasa algo, raaaaaaaaaaro, raaaaaaaaaaaaro, raaaaaaaaro.

"Y sin salise, ¿eh?"

"Y sin salise, ¿eh?"

La pequeña Frida tiene uno de esos cuadernos para colorear, ya saben como son. El sábado le pedí po favó que me dejase pintar una página. Cuando ya había elegido una muy bonita en la que había una playa y un mar ella me la cambió, tenes que pintá la que yo te diga ¿?. Eligió una en la que había un cocodrilo muy simpático: "pinta el cocodrilo del Capitán Garfio" -me dijo. Mira -siguió, tenes que cogé el vede y pintá el vede por aquí, ¿lo vite?. Sí, sí -le dije rápido, no fuese a arrepentirse y me quitase el cuadernillo. Entonces ella levantó su dedo índice, me miró y me dijo: "papá, y sin salise, ¿eh?".

Yo estuve en el Tenampa

Yo estuve en el Tenampa

Llevaba unos días recordando el libro de mi primo La Reina del Sur. Hace un par de fines de semana vi -y me encantó- la película de Frida. Ayer colgué una canción de Chavela y ayer mismo hablaba con una persona de fugas y tequilitas. Pero hoy, viendo -¡qué casualidades tiene la vida!- el artículo de mi familiar, el vaso de los recuerdos se desbordó y me van a permitir que les calce una pequeña historia nostalgicosentimental.com de mi vida, de esas que uno debería llevarse a la tumba, pero ya ven lo jodido que andamos.

Yo estuve en el Tenampa hace cinco años, en un viaje de trabajo de seis días al Mexico D.F, dos buenos amigos me llevaron hasta allí. Ciertamente el Tenampa y la Plaza Garibaldi es como lo cuenta en su artículo mi primo. Me sorprende que de la Plaza Garibaldi no diga nada ni de los muchos niños que se pueden ver deambulando por allí, solos, a altas horas de la madrugada, porque no tienen a donde ir, ni de la cantidad de personas que allí duermen a la intemperie. Garibaldi, de madrugada, tiene el ambiente de un mercado mañanero de por aquí pero la peligrosidad de lo que acertadamente mi primo llama: “territorio Comanche”.

Tampoco dice nada a cerca de una de las cosas características del Tenampa: los toquecitos. Les explico qué es ésto. Verán un señor ó señora, según, se pasea entre las mesas de los clientes con una especie de batería que le pone a uno en los dedos para recibir pequeñas descargas eléctricas, previo pago lógicamente. Aunque quizás todo ésto se lo reserve él para otro artículo.

En conjunto, Garibaldi, el Tenampa, aquella pobreza a altas horas de la madrugada, el tequilita, los mariachis y los toquecitos tienen, absurdamente “el encanto de lo decadente”, aunque en realidad, todo México por lo que yo vi es en si decadente y hermosamente disparatado y entrañable. Pero en el Tenampa uno tiene la sensación de dar un salto a uno de esos agujeros negros de los que hablan los científicos, de situarse en otra dimensión, de enlazar con el pasado, el tiempo parece haberse detenido allí desde hace muchos años. El Tenampa, a altas horas de la madrugada, en aquel ambiente, pasadito de alcohol y en compañía de mariachis, de amigos y de mujeres es el centro del universo. Y uno tuvo, en su día, el privilegio de haber estado allí y poder haber “desclasificado” esta historia (lo que se puede contar ;P) hoy, aquí, para ustedes.

Me van a permitir la licencia, la de corregir un viejo aforismo que probablemente ustedes ya conocen, aquel que habla de que “todo hombre, antes de morir, debería haber tenido un hijo, haber escrito un libro y haber plantado un árbol”. Yo le añadiría: y emborracharse de tequila en el Tenampa mientras unos mariachis le apuñalan a uno cantándole Paloma negra.

Y por si ya fueran pocas ya la casualidades, a veces uno tiene la sensación de que las estrellas se alinean y que el universo entero conspira a favor, leo hoy en el periódico que hay una exposición de Diego Rivera (quien fuera marido de Frida) en el Palacio Revillagigedo de Gijón. Increíble.

Que pasen buen fin de semana y hasta el martes.

Les transcribo a continuación la noticia de hoy, aparecida en La Nueva España. www.lne.es, link: Sociedad y Cultura.

La pasión de Diego Rivera

Gijón, J. C. G.

Diego Rivera (Guanajuato, 1886-Coyoacán, 1957) fue un pintor exuberante y de muchas caras. Un artista «mimético, interpretativo, didáctico y lúdico», dotado de «una inagotable pasión y versatilidad para atrapar las formas, movimientos y aspectos diversos del mundo visible y simbólico», para el que «nada fue trivial» y al que le bastó «el simple deseo de conservar la apariencia de un ser amado o de un paisaje de color luminoso» para ponerse a pintar. Así queda descrito el artista mexicano en el texto de Julio César Martínez «Diego Rivera: un viaje real e imaginario», incluido en el catálogo de la exposición que se inauguró ayer en el palacio de Revillagigedo; y así aspiran a reflejarlo las 36 obras de Rivera que componen la muestra, pertenecientes todas ellas a la colección pública del Estado de Veracruz (México), que recoge obras ejecutadas con distintas técnicas y que muestran cómo se plasmó esa pasión de pintor en el pequeño formato, lejos del colosal muralismo que consagraría a Rivera.

La muestra se abre cronológicamente con un retrato, «La madre del pintor», de 1904, en el que el joven Rivera ya muestra su capacidad de captación psicológica. La adustez de la modelo se convierte en tristeza en el «Retrato de Angelina Beloff», pintado ya en Europa, a caballo entre el academicismo y las tendencias del fin de siglo. Una de las piezas más impresionantes de la muestra es «Retrato del escultor Oscar Miestchaninoff», de 1913. Un gran óleo en el que al estudio del personaje se une un impresionante trabajo sobre el espacio que incorpora todas las posibilidades del nuevo lenguaje cubista.

Rivera pintó en 1926 el retrato de su esposa, Lupe Martín, en el que plasma el carácter del personaje con recursos de la pintura mural que había empezado a desarrollar a su regreso a México, en 1922. La contundencia de esta pieza contrasta con la delicadeza del dedicado a la «Señora Dreyfus» cinco años después, en el que el colorido, la composición y la línea transmiten una sensación de elegancia extrema. En «Retrato de Oscar Morineau» (1937), Rivera combina la fuerza del escorzo con un fondo geométrico que proyecta una intensa sugerencia de abstracción. «Retrato de actriz» (1948) destaca por un tratamiento caricaturesco del personaje.

La serie de paisajes se abre con piezas de la etapa inicial de Rivera, cuando estudiaba en la Academia de San Carlos bajo influencia de José María Velasco, su maestro. El impacto del paisaje de su tierra se plasmó en «Paisaje de Mixcoac» (1904), y «Barranca de Mixcoac» y «Pico de Orizaba» (ambos de 1906), cuya calidad le valió al joven una beca para viajar a Europa, concedida por el gobernador de Veracruz. Por encima del academicismo destaca la ya temprana capacidad del pintor para traducir su pasión por el paisaje mexicano en valores estéticos que lo realzan y lo idealizan, y que de alguna manera constituyen la semilla de la gran obra del muralista entregado a la causa posrevolucionaria.

«Tierra quemada de Cataluña» (1911) acusa ya el contacto de Diego Rivera con la pintura europea del momento, patente en las técnicas puntillistas del posimpresionismo. El cubismo, a su vez, hace acto de presencia en «Paisaje de Toledo» (1913) y «Paisaje de Arcuell» (1918), donde el análisis geométrico del paisaje evoca la revolución de Cézanne. De otro modo, el lenguaje vanguardista reinterpreta expresivamente el paisaje de París en «Ferrocarril de Montparnasse».

Los bodegones se inician con una «Naturaleza muerta», pintada un año después del desembarco de Rivera en Europa, en 1908. Su incipiente geometrización y juego de análisis cromático se convierte ya en un espléndido dominio del cubismo en «Naturaleza muerta con botella», «Bodegón con taza» y «Naturaleza muerta con vaso, botella y durazno», pintados entre 1914 y 1915, y en «Naturaleza muerta con exprimidor de ajos», de 1918.

Los dos desnudos presentes en la colección son, respectivamente, de 1919 y de 1946, y mantienen, en su distancia, el mismo interés de Rivera por el erotismo. En el primero, a través del lenguaje impresionista, el cuerpo se impone a través de la luminosidad de la piel y los volúmenes; en el segundo, ya están presentes los elementos idealizados, míticos y cósmicos propios de su etapa de madurez, como pintor del nacionalismo mexicano.

Según esa misma poética, Rivera desarrolló una intensa atención a las actividades cotidianas del pueblo mexicano y a su entorno natural y cultural, desde los tipos hasta la decoración autóctona. Todo ello se plasmó en su pintura costumbrista, representada en «Niño con pollito» (1935), «Mujer con flores» (1936) y «Campesino cargando un guajolote» (1949). El mismo interés guió su arte en una serie de papeles dibujados en su último año de vida, durante un viaje a Rusia, Polonia y Checoslovaquia: «Arroceros», «Segadoras», «Paleando nieve» y «Transportando durmientes».

De la inagotable actividad de Rivera, así como de su maestría, deja constancia la serie de papeles de la colección, integrada por «Cabeza de muchacho» (1921), «Niño pescador», «Volador en la cúspide» (1945), «Padre con su hijo» (1949), «Mujer con morral» (1948) y «Proyecto de escultura» (1951).

Frida

Frida

"Frida" narra la vida de Frida Kahlo, compartida de manera abierta y sin temor con Diego Rivera, al tiempo que esta pareja impactaba en el mundo del arte de manera sorprendente. Desde su compleja y duradera relación con su mentor y esposo, Diego Rivera, hasta su ilícita y controvertida aventura con Leon Trotsky, pasando por sus románticos y provocativos encuentros con mujeres, Frida Kahlo vivió valientemente una vida inexorable como revolucionaria política, artística y sexual.

UNA NOCHE EN EL TENAMPA

UNA NOCHE EN EL TENAMPA

En el Tenampa, excepto algunos turistas guiris que caen por allí a las horas punta, son duros hastalos mariachis. Y lo que de verdad me gusta de ese antro es que permanece fiel a lo que fue. Música, tequila. Comas etílicos. La leche. Desde hace quince años, cada vez que viajo a México D.F., el Tenampa es una de mis dos visitas obligadas. La nocturna. La otra es hacia el mediodía, a una cantina -cuyo nombre, disculpen, no cito aquí para que no me la revienten donde uno puede tequilear oyendo a José Alfredo y narcocorridos de los Tigres del Norte en la rockola. En el Tenampa, sin embargo, la música es en vivo. Se paga por oírla, incluso a veces antes de llegar al sitio. Según las horas, cruzar la plaza Garibaldi puede ser una pequeña aventura. Ni lo pienses, te dicen los amigos, o el personal del hotel. De noche, Garibaldi es territorio comanche. Llena de mariachis a la caza y de delincuentes a lo mismo. Además, a una cuadra empieza el barrio de Tepito, donde son peligrosos hasta los policías; y al salir con Xavier Velasco o con el Batman Güemes del Catorce -que ahora es el Quince- o del Bombay te puedes encontrar el cañón de una cuarenta y cinco en la sien, porque hasta los taxistas te atracan con toda la naturalidad del mundo. Hablándote, eso sí, todo el rato de usted. Aquí, los atracadores no han perdido las maneras. Deme usted ahorita las tarjetas de crédito o se muere, dicen apuntando la artillería. Y me fascina ese formal se muere. Lo plantean como si se tratara de tu exclusiva responsabilidad. Los hijoputas.

He vuelto al Tenampa, claro. A la mesa de siempre, bajo las efigies de Cornelio Reyna -me bajé de la nube en que andaba-, de Jorge Negrete, de Vicente, de José Alfredo. Los clásicos. Como era entre semana, no me cachearon en la puerta. Había poca gente, como debe ser: un par de grupitos de mejicanos, dos fulanos con una torda en la mesa de al lado, mariachis cantando a tanto la pieza, ya saben: cuántas veces me sacaron del Tenampa, hablando de mujeres y traiciones, la mitad de mi copa dejé servida, etcétera. Lo de siempre. Se vinieron a la mesa mis mariachis de plantilla, dirigidos por el compadre César, casado con española. Una hora y quince minutos cantando, y yo con ellos. Una pasta, rediós, pero siempre vale la pena. Esta vez, tras unas cuantas clásicas por supuesto, Mujeres divinas la primera- nos dio por los corridos de la Revolución: Siete Leguas, La tumba de Villa. Y otras. Lo bueno de los antros mejicanos es que, si quieres y eres un tipo derecho, nunca estás solo. Pagas una copa, o las que hagan falta, y al rato has hecho amigos para toda la vida. Esta vez, igual. Los dos fulanos de la mesa de al lado eran un sujeto con pinta de guardaespaldas y otro maduro, de pelo corto y gris. La jaca que iba con el maduro se levantaba de vez en cuando a cantar con los mariachis. Al final, el jambo se me acercó, muy cortés. «Soy el general Zutano. ¿También es usted militar?», preguntó. «Lo fui», respondí con el aplomo de haberme calzado tres tequilas. «Lo he notado por su aspecto -apuntó, perspicaz-. ¿Qué graduación?» Lo miré muy serio, cuadrándome. «Me retiré de comandante, mi general.» En dos minutos éramos íntimos. Me invitó a unirme a su mesa, a su guardaespaldas y a su piruja, pero decliné. La piruja era de las que suelen traer problemas, como aquella de otra noche, cuando un narco quiso pegarnos unos pocos plomazos a Sealtiel Alatriste y a mí porque mirábamos demasiado, dijo, a su hembra. En fin. Cuando el general, su guaros y su moza se fueron, el miles gloriosus me dedicó un saludo castrense. Se lo devolví, marcial. Me encanta México.

A poquito, rodeado por los mariachis -esa noche no dejaron un peso en mi cartera, los malditos-, César se me sentó un rato a la mesa y charlamos, como de costumbre. México, España. Lo de siempre. De vez en cuando viaja aquí con su mujer. Esos chatos de vino, rememoraba nostálgico. Ese jamón de pata negra. Llevaba una insignia con la cruz de Santiago en la solapa de su chaqueta de charro. De pronto se inclinó hacia mí, y con aire de confidencia pero eu voz alta, dijo: «Oiga, mi don Arturo. Yo soy malinchista, proespañol. Nací en Tlaxcala, donde los indios que ayudaron a Cortés. O sea, que soy tlaxcalteca, a mucha honra. ¿Y sabe nomás qué le digo? -en ese punto señaló a sus compañeros, que asentían bonachones, guitarra ex mano-... ¡Pues que entre usted y yo chingamos bien a todos estos cabrones!»

El Semanal 18 de enero

Batalla naval con mejillones

Batalla naval con mejillones

No sé si se habrán fijado alguna vez pero los mejillones tienen una pinta de barquitos que no se “pue aguantá”, que diría mi prima la folklorica.

Hubo un fin de semana de estas Navidades que la percebina y yo comimos muchos en mi casa, de todos los sabores y de todos los colores: a la vinagreta, a la marinera, con mahonesa... -¡¡mmmmm... ricos, ricos y con fundamento!.
Lo cierto es que cuando los vi encima de la mesa a mí no me parecían mejillones, yo veía goletas inglesas, fragatas francesas y ya me estaba imaginando la próxima batalla naval en nuestro baño matinal (con pompero y todo), en aguas internacionales pero bajo la jurisdicción de mi hija, la almiranta Alejandra. Así lo imaginé y así lo hicimos a la mañana siguiente.

Sin que me madre se diese cuenta, con nocturnidad, recuperé las cáscaras de los mejillones de la basura y los llevé a mi astillero particular. Allí, con mucho mimo, con mis ojos infantiles y mis manos de niño los reparé y los armé para que pudiesen ser botados a la mañana siguiente, listos para la gran persecución.

Un día Ale verá Master and Commander y entonces recordará la batalla naval que una mañana hubo en nuestro baño en la que el mejillón Surprise perseguía al mejillón Acheron hasta darle alcance.

«Los veleros son libertad y belleza» Patrick O’Brian

Paloma negra. Chavela Vargas

Paloma negra. Chavela Vargas

Ya me canso de llorar y no amanece
Ya no sé si maldecirte o por ti rezar
Tengo miedo de buscarte y de encontrarte
Donde me aseguran mis amigos que te vas
Hay momentos en que quisiera mejor rajarme
Y arrancarme ya los clavos de mi penar
Pero mis ojos se mueren sin mirar tus ojos
Y mi cariño con la aurora te vuelve a esperar.

Y agarraste por tu cuenta la parranda
Paloma negra, paloma negra ¿dónde, dónde andarás?
Ya no juegues con mi honra parrandera
Si tus caricias han de ser mías, de nadie más

Y aunque te amo con locura ya no vuelvas
Paloma negra eres la reja de un penar
Quiero se libre y vivir mi vida con quien yo quiera
Dios dame fuerza que me estoy muriendo por irla a buscar.

Y agarraste por tu cuenta las parrandas.

El chubasquero

El chubasquero

Este fin de semana Ale vino con un chubasquero color crema, el tiempo era malo y amenazaba lluvia. Por la noche, a la hora de llegar a casa y quitárselo la cremallera se me atascó, como ocurre alguna vez cogió un trozo de tela. El caso es que cuando ya llevábamos un tiempo que la cremallera ni pa’ arriba ni pa’ abajo, la criatura debió comenzar a preocuparse y con un tono de mucha angustia me preguntó: papá, ¿y ahora qué tengo que dormir con él ponido?.

La escalera mecánica

La escalera mecánica

El universo de Ale es sorprendente y parece no tener fin. Cuando ya crees haber descubierto todos los planetas, todas las galaxias y todas las estrellas, te sorprende con una nueva constelación.

El otro día, en un centro comercial, nos disponíamos a subir por unas escaleras mecánicas. Ya saben que al principio son lisas y luego comienzan a salir los escalones, pues bien a la pequeña Indiana sólo se le ocurre decir, cuando estábamos en posición de “subirnos”: ¡papa, mira como se hincha la escalera!.

¿Quién dijo que las puertas no oyen?

¿Quién dijo que las puertas no oyen?

Si las paredes oyen ¿por qué no lo iban a hacer las puertas? -eso, creo yo, debió de pensar Ale, así que la pequeña Ali-ba-ba les habla a las puertas: ¡Ábrete Sésamo!, ¡Ciérrate Sésamo!.
Pero qué curioso que sólo lo haga a las puertas automáticas, ¿cómo las podrá diferenciar?. En fin, Ale y su universo.

¡Qué manías más raras!

¡Qué manías más raras!

Aunque ya hayan pasado las Navidades les voy a contar una de las anécdotas más divertidas de la señorita.

Resulta que en mi casa hay un Belén magnético. No es que en mi casa sean raros, que lo somos -para que les voy a decir que no si es que sí- sino que dicho Belén lo regalaban (si me apuran la memoria) hace unos años comprando Coca-Cola (¿quién si no?). El Belén, que se pega en la nevera, está compuesto única y exclusivamente por la vaca, el buey, la Virgen María, San José y el niño Jesús.

Lo primero que tengo que decirles es que para Ale, San José no es San José sino José (sí, con acento en la /o/). No me pregunten por qué, quizás alguna folclórica haya tenido que ver en ello pero es así. En fin, pero lo verdaderamente divertido fue el primer día que la pastorcilla vio el nacimiento, dijo que el niño Jesús estaba mal colocado, que debía estar entre la vaca y el buey porque sino “tendría frío”. ¿Qué quieren que les diga?, yo siempre he visto al niño Jesús, en todos los nacimientos, entre su padre y su madre pero Ale movió al niño Jesús magnético (¡¡es que no se lo imaginan!!) hasta dejarlo colocado entre la vaca y el buey, mientras la Virgen María y San José, ¡perdón Jóse!, se miraban el uno al otro como diciendo: ¿qué hace esta niña?. Pues bien, ¿curiosamente? el niño Jesús aparecía a la mañana siguiente colocado nuevamente, entre su madre y su padre y la pastorcilla, y claro, cuando la pastorcilla se daba cuenta, volvía a mover al niño Jesús hasta situarlo entre la vaca y el buey “para que no pasase frío” -decía. Y así nos pasamos todas las Navidades. Ya se imaginan que mano mecía la cuna, ¿no?.