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Una Campanilla llamada Ale

Carta de invierno

Carta de invierno 21 de febrero de 2004

Querida hija:

Hay días como el de ayer, como el de hoy, en los que parece que el invierno ha venido para quedarse. Se instala en mi pueblito marinero, patronea los pesqueros, envuelve las nasas, recoge la arena de la playa y camina por las calles empinadas a ver al Cristo. Las gaviotas agitan sus alas a veces para espantarlo, a veces para darse calor, pero no les alcanza, como la calefacción en mi casa, que yo compenso con algunas velas, un par de canciones y una buena película, como la de ayer: soldados de salamina. Es bueno sentir el frío de vez en cuando -me decía mi abuela, así agradeces más los instantes de calor, que en la vida de mi abuela, como en la de muchos, fueron bien poquitos.

Mientras el invierno entra en mi casa y me dice que se queda a cenar, y que le haga sitio en mi cama, que probablemente se quedará un par de semanas, ahi afuera hay una gaviota a la que le he puesto tu nombre, una gaviota que desayuna conmigo todos los días, que vuela alto hasta subir a su pupitre y me cuenta cómo se ven las cosas desde ahí arriba, me dice el tiempo que hará mañana y cuántos días faltan para que llegue la primavera a mi medio corazón.

-Deberías aprender a llevar mensajes como hacen tus primas, así dejaría de escribir el blog todos los días y podrías llevarle a mi hija cartas como ésta, dejársela debajo de su almohada y traerme de vuelta cómo eran sus ojos y su sonrisa al leerla, sabría recompensarte con buen pescado, me harías muy feliz –le dije.

-Y tú, un día, tendrías que dejar el papel y aprender a volar de verdad –creo que me contestó, y si no, seguramente lo imaginé, qué importa.

Ale te escribiré el cuento que te prometí, el cuento más bonito de la gaviota más bonita, que te explique por qué las gaviotas no tienen orejas, ¿te acuerdas cómo te reíste el día que te lo pregunté cuando estábamos mirando a una de ellas en Gijón?, casi la pudimos tocar con nuestras manos, ¿te acuerdas?, dime que sí. Te lo escribiré un día de verano, para que no sea triste, con el lapiz de carpintero de color rojo, sobre tu primer cuaderno escolar inacabado para que tu letra y la mía se fundan en un solo mar. Te escribiré el cuento de la gaviota que llevaba tu nombre.

Hay días como el de ayer, como el de hoy, en los que parece que el invierno ha venido para quedarse. Días en los que miro las nubes, la lluvia y pienso que quizás tú estés al otro lado mirando por tu ventanita, viendo las mismas nubes, la misma lluvia, días en los que te despiertas a las tres de la madrugada pensando en que papá, mañana, podría enviarte una carta por una gaviota.

Buenas noches, hasta mañana.

Papá

2 comentarios

Chris -

El alma duele al releer esta carta de invierno. Ojalá entre bien pronto un poco de Primavera en tu corazón.

KoViTa -

Lloro en mi corazón y en mis ojos, como el invierno a veces, como ayer, como hoy, pensando en un padre que derrama tiernamente su amor por su hija, sobre las hojas de un diario. Y yo también pienso, que sería muy bonito, poder enviarle a esa niña, una carta por gaviota....