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Una Campanilla llamada Ale

Las palomitas Christian Dior

Las palomitas Christian Dior Si hay un día importante en la vida de toda mujer ese es su primer día de compras. Bueno, siendo sincero no sé si es más importante en la vida de una mujer o en la de un hombre, aunque de lo que sí estoy seguro es que de serlo, lo será por cosas bien distintas, y ya me estoy echando la mano a la cartera.

Pues dña. Alejandra también tuvo su “primer día de compras” con sólo tres añitos. Fue aquel en el que animado por su papi -imagino que algún día me arrepentiré de ello- se compró su primer paquete de palomitas ella solita. Sucedió como les narro.

Era un caluroso sábado de mañana, yo sentado con mi princesa en la terraza de un café centenario con nuestro zumo de tomate, nuestro bio-solán de naranja, nuestros pinchitos de tortilla y nuestras aceitunas rellenas. A la vista el kiosko de las palomitas, tan legendario como el café. Y de repente aquel olor a maíz que comienza a hacerse. ¡Papá quiero palomitas!. ¿Quieres palomitas?, muy bien, entonces saqué un euro de mi cartera y se lo di a Ale, ¡toma, si quieres palomitas tendrás que ir tú sola a por ellas!.

Al principio se negó, no quería ir si yo no iba con ella y se las pedía como siempre había hecho pero como “puede más el hambre que con el mazo dando” (¿o no es así el refrán?) fue a por ellas, no si antes adoctrinarla en el qué y en el cómo las tenías que pedir.

Vi desde la retaguardia del café toda la operación militar: como fue hacia el kiosko, como se puso de puntillas, como pidió sus palomitas y como espero la vuelta. La vi venir más ancha que un ocho con su paquete de palomitas Christian Dior y con 40 de céntimos de vuelta.

Al día siguiente volvimos a ir al parque del café y del kiosko pero esta vez fue ella la que me dijo: “voy a ir a compar palomitas papá, tú quédate ahí, ya verás” -orgullosa seguro de poder enseñarme lo bien que podía desenvolverse ya en la vida sin mí. Esa vez le di los 60 céntimos que cuesta el paquete y la vi venir hacia mí con una gran cara de preocupación. ¿Qué pasa Ale?, le pregunté. Y ella con una gran disgusto me dice: “Papá aquí teno las palomitas pero no tayo dinero”.

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