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Una Campanilla llamada Ale

A vivir se aprende

A vivir se aprende Ayer, navegando, me econtré en otro blog, cuan barco varado, el siguiente texto. No sé de quién es ni cuál es su título pero abrió sus brazos hacia mí y me pareció acertado recuperarlo, para que no se pierda. Me recordó al Club.

"Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma. Y uno aprende que el amor no significa recostarse y una compañía no significa seguridad. Y uno empieza a aprender... que los besos no son contratos y los regalos no son promesas. Y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos. Y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes... y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad. Y después de un tiempo uno aprende que si es demasiado hasta el calorcito del sol quema.
Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores. Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte, que uno realmente vale. Y uno aprende y aprende... Y con cada adiós uno aprende."

Quise acabarlo pero afortunadamente quedó en mera pretensión. Entendí que su propósito no era ese, hubiese sido terrible, se hubiese roto la magia. La intencionalidad con la que había sido creado era seguir pasando el "testigo", para que otros sigan... aprendiendo.

Nos morimos sin haber aprendido lo suficiente. Lo importante, como dice la canción, es cometer los errores más bien pronto que tarde, "extraer todo el meollo a la vida; dejar de lado todo lo que no fuera la vida, para no descubrir en el momento de la muerte que no había vivido."

Aunque sea doloroso, a vivir se aprende, aunque nunca nadie nos lo haya dicho, aunque nunca, nosotros, lo hayamos querido escuchar.

Buenos días.

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