Pensé que lo había visto todo
El periodista de entonces reunía las tres cualidades que fascinaban a cualquier niño, y en este punto me veo en la obligación -por justicia y ecuanimidad- de abrir un paréntesis (a un niño de los antes, claro). Decía que tenía, al menos, tres rasgos que a todo niño con un poco de imaginación no le gustaría perder en su edad adulta: aventura, investigación, escribir.
Desde hace años, al igual que las niñas ya no quieren ser princesas, si no es para parecerse a la de Mónaco, ni los periodistas son periodistas, ni los periódicos son periódicos. Ahora los periodistas, a los que incluso muchos llaman periolistos, quieren ser más famosos que los famosos, ser tertulianos y salir en Salsa Rosa o en Crónicas Marcianas.
A tal desprestigio hemos llegado en el cuerpo, en el cuerpo de la profesión, que ahora incluso los hay que se autoproclaman periodistas -por la gracia de Dios debe ser- sin serlo, lo que ya representa el colmo de los colmos. El periodismo ya no es un fin sino un medio, un medio incluso para llegar a ser reina de España como se ha podido comprobar recientemente en este país que me vio nacer. El descrédito es total, es lo malo tiene la globalización, que a poca estupidez que haya, ésta se globaliza y, nada de aquí a unos años todos calvos, de aquí a unos meses -porque ni tan siquiera se necesita que pase mucho tiempo- todos estúpidos.
Oír decir a un periodista que su deber es informar y defender la objetividad aún me eriza la piel, ¿qué quieren que les diga?, es cómo oír, a estas alturas de la película, que EE.UU. invadió Irak en busca de armas químicas. ¡Ya, y Marujita tiene 52 años y no lleva peluca!, no te jode. Ahora el periodismo es uno, grande y libre, no sé si me entienden.
Tuve un primo que también abandonó. Durante años fue corresponsal de guerra y ahora se dedica a navegar y a escribir historias de un espadachín de tres al cuarto, algún que otro libro y artículos semanales con muy mala leche el tío. Lo cierto es que él sigue siendo periodista de los de antes, de los de siempre, de los que yo admiraba, a los que yo me quería parecer cuando fuese mayor, los que han cambiando han sido los periódicos y sus lectores, que se han ido incorporando a esto que mi gatita inglesa llama el show business.
Bueno y ustedes se estarán preguntando, llegados a este punto, ¿a qué viene tanta mala bilis?.
Pues verán, les cuento. Si a mi hace unos años me hubiesen dicho aquello de: ¿fabas+morcilla+chorizo?, enseguida hubiese respondido: fabada. Bueno pues hoy ni tan siquiera esto se respeta. Por si no fuese suficiente sacrilegio enlatar una fabada ahora va un periódico (La Voz de Asturias) y con motivo de la celebración de me importa un carajo el qué, el próximo domingo 30 de noviembre regala a sus lectores, con la compra del periódico, una lata de fabada. Así como se lo digo. Con un par (y no sé si será suficiente), como diría mi primo: tengo el recorte.
Pero, ¿saben una cosa?. Que a pesar de todo lo que les he dicho el domingo me lo voy a comprar. Con el periódico me limpiaré el culo, como hacían antes, como me decía mi abuelo (¡a tu salud viejo!) y la lata se la voy a tirar a la cabeza del creativo de la genial idea.
¿Saben qué es lo que más me duele?. Dos cosas. Una, que mi hija va a crecer con este tipo de prensa y dos, que antaño hubo gente que dio su vida por en lo que hoy se ha convertido esta puta profesión.
Capitán Keating
A Copito de Nieve, que ha fallecido hoy. Más humano que muchos hombres que he conocido. ¡Vamos quedando menos amigo!. Buen viaje, ya nos vemos arriba.
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