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Una Campanilla llamada Ale

La bruja Churrina (1ªparte)

La bruja Churrina (1ªparte) Churrina nació en los caballitos, su mamá era bruja en el tren de la bruja y su papá conducía el tren. La llamaban Churrina porque era alta y muy delgada, como un fideo, como un churro, aunque Churrina se llamaba Alejandra.

La mamá de Churrina asustaba a los niños que subían al tren porque los niños pensaban que era una bruja de verdad pero a Churrina no le asustaba nada la bruja porque ella sabía que era su mamá disfrazada, la misma que después de trabajar se quitaba el disfraz y le decía:

-Churrina comete el pescado.
-No, no me gusta.
-Churrina bebe leche.
-No, no tengo ganas
-Churrina lávate los dientes.
-No, no quiero.
-Churrina a la cama a dormir que es tarde.
-No, voy más tarde.

A diferencia de los niños que subían a la atracción, Churrina había días que no se lo pasaba bien, sobre todo los días que hacía frío. A ella el tren de la bruja le parecía aburrido, siempre dando la misma vuelta.

Un día que los caballitos no abrieron, Churrina cogió el tren con su mamá y fueron a la ciudad a ver a la tía Mati que trabaja disfrazada de india recogiendo fichas en otro caballito. La pequeña brujita se sorprendió que en aquel tren no hubiese ni moustros, ni payasos que diesen miedo, tampoco había brujas con escobas, ni niños gritando. Aquel tren no daba siempre la misma vuelta.

-Se lo tengo que dici a papá –le dijo a su madre. Churrina tenía tres años y aún no hablaba muy bien pero la estaban aprendiendo –como ella decía.

Cuando la mama bruja y la niña brujita llegaron a casa, Churrina corrió a decirle a su padre cómo era el tren en el que había viajado aquella tarde con mamá. ¡Cuidado hija, tengo las manos manchadas de aceite!. No importa papá, ¿no ves que tayo un vestido negro?.

Churrina siempre iba vestida de negro porque la vestía su mamá, ¡tienes que parecer una buena bruja! –le decía María, que ese era el nombre de la mamá de Churrina. Pero a ella le gustaban mucho más los vestidos de colores, le gustaba los vestidos que traían las niñas que se subían al tren de la bruja y a veces le decía a su mamá: ¡¡Mamá pégale con la escoba a esa niña del vestido de flores!!. Y otras veces le decía: ¡¡Mamá, ponete la careta de moustro y dile uuuuuuuuuuuuuh a esa niña del vestido de lápices!!!!.
¡No Ale, solo estoy jugando con los niños, nos lo puedo asustar!.

Entonces Churrina se enfadaba y se quedaba muy triste en un rincón del tren de la bruja, mirando al carrusel de al lado, un tío vivo que tenía por nombre Safari. Churrina miraba a los animales y los animales le miraban a ella, siempre dando vueltas. Siempre dan la misma vuelta, como mi tren. ¿Por qué no se escapan? –pensó Churrina.

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