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Una Campanilla llamada Ale

¡Qué manías más raras!

¡Qué manías más raras! Aunque ya hayan pasado las Navidades les voy a contar una de las anécdotas más divertidas de la señorita.

Resulta que en mi casa hay un Belén magnético. No es que en mi casa sean raros, que lo somos -para que les voy a decir que no si es que sí- sino que dicho Belén lo regalaban (si me apuran la memoria) hace unos años comprando Coca-Cola (¿quién si no?). El Belén, que se pega en la nevera, está compuesto única y exclusivamente por la vaca, el buey, la Virgen María, San José y el niño Jesús.

Lo primero que tengo que decirles es que para Ale, San José no es San José sino José (sí, con acento en la /o/). No me pregunten por qué, quizás alguna folclórica haya tenido que ver en ello pero es así. En fin, pero lo verdaderamente divertido fue el primer día que la pastorcilla vio el nacimiento, dijo que el niño Jesús estaba mal colocado, que debía estar entre la vaca y el buey porque sino “tendría frío”. ¿Qué quieren que les diga?, yo siempre he visto al niño Jesús, en todos los nacimientos, entre su padre y su madre pero Ale movió al niño Jesús magnético (¡¡es que no se lo imaginan!!) hasta dejarlo colocado entre la vaca y el buey, mientras la Virgen María y San José, ¡perdón Jóse!, se miraban el uno al otro como diciendo: ¿qué hace esta niña?. Pues bien, ¿curiosamente? el niño Jesús aparecía a la mañana siguiente colocado nuevamente, entre su madre y su padre y la pastorcilla, y claro, cuando la pastorcilla se daba cuenta, volvía a mover al niño Jesús hasta situarlo entre la vaca y el buey “para que no pasase frío” -decía. Y así nos pasamos todas las Navidades. Ya se imaginan que mano mecía la cuna, ¿no?.

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