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Una Campanilla llamada Ale

Valentín

Valentín Tenés que verla. Tenés que conocerlo, Valentín se llama el pibe, hija. Tiene ocho años, vive con su abuela y sueña con ser astronauta. ¿Vos te imaginas un astronauta argentino? ¡qué macanudo!. Tú que te hacés novia de casi todos yo te voy a hacer novia de uno, de Valentín.

Valentín dice cosas de viejo, de viejo que se siente niño, como tú, como yo, ¿sabés como te digo?:
“Hay gente que tiene todo y no lo disfruta”. “Hay gente que parece como si no viviera, o no le da uso a la vida.”

¿Sabés Ale?, hace tiempo yo laboraba como traductor para una editorial argentina y ¿sabés lo que te digo? que no lo hacía por la plata aunque soltaban bien, lo hacía por platicar con Gabriela al otro lado, como hago con vos cada noche, e imaginarla linda por cómo me decía en sus llamados, por como me agarró su acento. Papito enseguida se monta un kilombo, papá es un pelotudo ya sabés que se enamora del viento, me hice novio sin que ella supiese y cuando acabé de laborar para ellos Gabi se olvidó de llamarme al celular la muy boluda.

Tenés que prendate de un pibe como el Valentín, Ale, ¿sabés por qué? porque el soñó con subir a la luna y cuando Amstrong le pisó su sueño él ya era un poco más feliz en este planeta y decidió entonces hacerse escritor, al menos para una historia, aunque fuese chiquita, ya tenía: su vida.

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